Educación ciudadana

El desarrollo de nuestras sociedades estaría indicando un progresivo deterioro de lo que significar “ser ciudadano”. A nivel internacional, las guerras en territorios fronterizos de Europa, las migraciones de refugiados, el extremismo que predica lo que nunca ha predicado la religión, alertan sobre la incapacidad humana para actuar ante la diversidad, la falta de tolerancia y la soberbia frente a lo distinto.

Pero también en nuestros países, la falta de participación, la corrupción, la crisis de códigos morales, el deterioro del respeto y las bases democráticas de lo que significa la autoridad, la desconfianza en la política y las instituciones, son cuestiones preocupantes, por decir lo menos.

La educación de las jóvenes generaciones necesita ser considerada como un desafío esencial para nuestra civilización, de modo de proveer del conocimiento político de la historia, de las instituciones, de los actores implicados y de los procedimientos de la democracia en los estados-nación y, particularmente, en nuestros Estados, sus valores democráticos, el comportamiento como ciudadanos y la capacidad de participar y comunicar en la esfera pública.

Habilitar a los estudiantes como ciudadanos es mucho más que una consigna o un componente de una política pública en materia educacional.

Desde hace unos tres años vengo trabajando el tema y cómo algunas escuelas se aproximan a él. Esto me llevó a hacer una revisión de la literatura científica. Se examinaron más de 300 artículos.

El concepto de educación ciudadana que se detecta en investigaciones, se encuadra en tres fines educacionales amplios en la formación de un ciudadano: desarrollo moral y social de los estudiantes; alfabetización política; e involucramiento comunitario. A partir de estos fines, se ha focalizado el desarrollo de habilidades específicas, actitudes y valores que formarían parte de un necesario currículo transversal.

Esto es, un trabajo educativo desde cada una de las experiencias cotidianas en el aula y no como la definición de una materia o asignatura que aborde las temáticas aludidas. Se indica que se requiere el desarrollo la capacidad intelectual (argumental), de pensamiento crítico y alternativo, la reflexión crítica y la auto reflexión, la deliberación y la comunicación. Requerimientos fundamentales para actuar en la esfera pública.

Las actuales evidencias investigativas sugieren que existiría una brecha en el conocimiento profesional sobre el qué y el cómo implementar la educación ciudadana y su relación con las tareas nucleares de la escuela, esto es, aprendizaje y logro, como también con la comprensión de los procesos y estructuras de las escuelas como comunidades de aprendizaje. Además de las estrategias requeridas para el desarrollo de las capacidades al final del párrafo anterior.

Una estrategia escolar integral y coherente, incluyendo un encuadre valórico orientado por lo comunitario, sería una de las claves para el desarrollo del liderazgo en el marco de la educación ciudadana. Las investigaciones señalan la necesidad de generar proceso de participación democrática y de liderazgo de parte de docentes y estudiantes.

Se estima que escuchar la voz del estudiante conduce a relaciones positivas, a una atmósfera de confianza y de participación creciente; esto supone algún grado de “pérdida de control” de parte de los docentes.

Por otra parte, las evidencias empíricas revelan la necesidad de que los docentes reciban apoyo para desarrollar las habilidades profesionales que permitan involucrarse en el discurso y los diálogos necesarios que faciliten la educación ciudadana en entornos de malestar y fracturas morales y emocionales.

En especial, porque los temas en cuestión -por ejemplo, manejo de conflictos, desarrollo de códigos morales y éticos en sociedades altamente individualistas, desarrollo de la emocionalidad, desarrollo de la capacidad del pensamiento crítico, gestión de vínculos escuela-comunidad, entre otros- no han formado parte de la formación sistemática de un docente. Lo peor es improvisar en este tipo de materias. En esto los gobiernos locales y las universidades tienen un papel esencial.

Un enfoque de este tipo permitirá identificar posibles fracturas en la comunidad en general, y en la comunidad escolar de adultos, y definir estrategias para resolverlas o atenuarlas de algún modo. Lo que habilitaría para abordar las fracturas o malestares de los estudiantes y el trabajo con las familias.

Esto significa que no solamente se requiere una matriz de desarrollo de las habilidades de los estudiantes en materia de educación ciudadana sino también una de desarrollo de los docentes. Áreas de importancia esencial son las estrategias para el cambio consensuado, que tendría que ser identificadas y desarrollada por los líderes educacionales.

Las escuelas a menudo restringen la participación de los estudiantes para dar forma a las prácticas institucionales, pero se espera que ellos adhieran a las políticas establecidas, se ha identificado que esto puede ser contraproductivo para el mensaje nuclear de la educación ciudadana.

En la literatura revisada sistemáticamente, surgen tres grandes ejes de preocupación para las escuelas. Un primer eje dice relación con el desarrollo de un encuadre valórico específico consistente con una visión de la educación ciudadana.

Un segundo eje se refiere al desarrollo de un cuerpo de conocimiento relevante para ser un educador en la sociedad contemporánea -conocimiento relacionado con la comprensión ética y los procesos de cambio social-.

Finalmente, un tercer eje, el desarrollo de habilidades profesionales relativas a la pedagogía asociada a la formación ciudadana, incluyendo la toma de conciencia de las políticas y prácticas que apoyan la inclusión, el involucramiento de cada estudiante en el proceso de aprendizaje, y el necesario vínculo con la comunidad. Estos tres ejes están íntimamente relacionados.

La educación ciudadana permitiría la participación genuina en el proceso de aprendizaje de docentes y estudiantes, esto es, una toma de decisiones escolares que conduzca a generar una política que estimule la diversidad más que la uniformidad. Y esto no es fácil, porque la formación de los docentes ha sido preferentemente procesos conducentes a la homogeneidad.

Por otro lado, la educación ciudadana requiere docentes que usen su propio juicio profesional, trabajando con una cultura de responsabilidad profesional más que una cultura de accountability técnica, que tiende a ser bastante dominante.

La implicancia para la práctica en las escuelas indicaría que la educación ciudadana debería ser una actividad intrínseca y nuclear del proceso de planificación y desarrollo de la escuela como un todo; se requeriría focalizar las habilidades críticas superiores (capacidades argumentales y de pensamiento crítico) y las habilidades del pensamiento creativo, incluyendo la calidad de las relaciones y del diálogo.

Esto evitaría el mero activismo pedagógico y desarrollaría relaciones positivas interpersonales con base en el comportamiento democrático, moral y ético; además, se cuidaría las diferencias individuales mediante estrategias de inclusión y de tolerancia moral y ética.

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