Don Gino, el abuelo de las tapitas

Tiene 86 años y diariamente recorre negocios y casas de Tupungato con el objetivo de reunir la mayor cantidad de los cierres plásticos de gaseosas, que luego entrega al hospital Notti, para que las venda y obtenga fondos.

Empezó como un gesto ecológico y solidario de su familia: juntar las tapitas, en lugar de tirarlas, para entregarlas al Notti. Pero a don Higinio Manonni le gusta caminar y hace tres años empezó a recoger tapitas de los canastos de basura, en los negocios amigos y a pedírselas a conocidos o extraños en sus salidas cotidianas por las calles de Tupungato.

A sus 86 años, el hombre ha hecho de esta tarea un impulso de vida y su manera de comprometerse día a día con la salud de los más pequeños. Todos los meses envía partidas de hasta 70 mil tapitas al hospital pediátrico infantil de Mendoza. Tamaña labor ya ha cobrado fama en su pueblo y muchos golpean a la puerta de su casa para traerle bolsas con la particular 'mercancía'.

Don Gino (como todos lo llaman en su pueblo) se ríe y encoge los hombros. "¡Qué se le va a hacer!, de viejo me he convertido en el Señor de las Tapitas", dice este abuelo, que comenzó juntando botellas plásticas para donar a la Liga de Lucha contra el Cáncer de Tupungato.

Sin embargo, desistió de esta tarea por el costo que implicaba su traslado y porque el tamaño de los recipientes colmaba en pocos días la capacidad de su patio y lo volvía prácticamente intransitable para su familia.

"Ahora, con las tapitas, es más sencillo", señala. No hay bajas temperaturas ni Zonda ni molestias físicas que eviten que don Gino cumpla con su recorrido habitual. Tiene un cronograma mental con los días que le toca pasar por cada negocio. Su 'clientela' estable supera en número los veinte locales, sin contar los mayoristas de gaseosas, quienes realizan una 'entrega' por semana. Los comerciantes ya conocen el turno preacordado (unas dos veces al mes) y esperan al abuelo con unos mates y las 'mercadería' lista.

"Se le ha vuelto un oficio, que lo mantiene en pie", reconoce su hija Marta. Todos en su familia valoran su esfuerzo y hasta tiene algunos nietos que lo pasan a buscar en vehículo para llevarlo a los sitios más lejanos. "Los clubes y distintas asociaciones también le juntan tapitas, sobre todo cuando hacen festivales u otros eventos, explica orgullosa su hija.

"Siempre hemos salido a caminar y, al principio, él se paraba cada dos minutos a juntar tapitas de la basura o de la calle. Yo se lo prohibí, porque era una fuente de contaminación traer todo eso", agrega Isabel, la mujer con la que está casado hace 63 años. Para evitar los retos de su esposa, ahora don Gino somete a las tapas a un cuidado proceso de limpieza.

Cada partida que llega ingresa a su domicilio, en el barrio Mitre, es volcada en baldes con agua y detergente y luego secada al sol en unas paseras. "Recién entonces las vuelve a embolsar y las guarda en el galponcito techado", relata con picardía doña Chola, es el apodo con el que la gente de Tupungato conoce a esta maipucina que lo conquistó cuando tenía 23 años.

Lo paradójico es que, si bien Higinio está al tanto de las compras y avances que consigue el Notti gracias a la comercialización de las tapitas, jamás ha pisado el edificio de este hospital en Guaymallén. Es un matrimonio joven de la zona, que tiene un niño con una enfermedad crónica y debe realizar consultas periódicas a los especialistas, el que se suma a esta campaña solidaria trasladando las bolsas que el abuelo junta cada mes.

Don Gino siempre fue un hombre inquieto. A los 80, dejó de trabajar en un galpón de ajo -hacia el cual salía todas las madrugadas montado en su bicicleta- sólo porque su familia se opuso a pleno y no le dio más opciones que renunciar.

Apasionado por la pesca y amiguero, este valletano pasó la mitad de su vida arriba de un colectivo. Empezó de joven a trabajar como guarda -el que cortaba los boletos- en el viaje que la empresa Mitre hacía desde Tupungato a Mendoza. Después de 15 años, pasó a ocupar el puesto de chofer y a realizar el recorrido a Tunuyán. Siempre fue solidario y ocupaba las horas libres que tenía en ese departamento para realizar los trámites que le encargaban los tupungatinos.

"Desde llevar algún papel al Juzgado hasta conseguir productos en las tiendas o farmacias", recuerda. Ahora su foco está puesto en las tapitas y gracias a este accionar se ha hecho famoso en su ciudad. Ha tenido reconocimientos del municipio y menciones en las radios locales. Será por eso que cada vez más vecinos de Tupungato golpean a su puerta para depositar allí las tapitas que juntan en sus hogares.

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