Desaguadero: el pueblo olvidado en el “portal” de Mendoza

El Gobernador -como sus tres antecesores- prometió obras. Viven allí 800 personas, cautas ante los anuncios. El principal reclamo es por trabajo: los pobladores lo buscan en San Luis, adonde también van para traer agua.

El gobernador Alfredo Cornejo tiene una idea en la cabeza para Desaguadero: quiere recuperar la fachada original del Arco y el resto del edificio del principal ingreso a Mendoza; también proyecta hacer allí una isla de servicios al viajero, con opciones para comer, cargar combustible y descansar; además, pretende abrir un camino que se desprenda de la ruta 7 y corra por detrás del pueblo para la salida de la provincia y el tránsito de camiones.

El miércoles último, cuando el Arco cumplía 80 años, Cornejo comunicó el proyecto en el mismo lugar, acompañado por el intendente de La Paz, Gustavo Pinto, y ante decenas de vecinos.

Puso incluso un plazo para la obra y habló de una inversión de $ 50 millones. La gente aplaudió y muchos se mostraron entusiasmados aunque otros, más cautos, recordaron que los últimos tres gobernadores prometieron cosas parecidas, pero luego se hizo poco.

En Desaguadero viven 800 personas, muchas de ellas en alguno de los dos barrios que tiene el pueblo, y el resto, en las casas levantadas sin orden al costado de la ruta.

Hay dos escuelas, un centro de salud, una oficina de Turismo y una comisaría; también un restaurante con hotel que no funciona, un club que se fundó hace 5 años y un pequeño cementerio que tiene el mismo tiempo: antes, los vecinos debían enterrar a sus muertos en La Paz, a casi 40 kilómetros.

En Desaguadero, mucha gente vive como empleada del Estado, una de las salidas laborales más comunes; luego hay algunos almacenes, también un par de hospedajes que reemplazan al hotel que cerró hace décadas, algunos comedores y gomerías.

Otra parte de los vecinos trabaja al otro lado de la frontera, en San Luis, y también hay una docena de sangucheros: gente que se pasea entre los vehículos que entran y salen de la provincia ofreciendo sánguches de jamón.

“Trabajo hasta la noche con un descanso en la siesta”, cuenta Marco Rojas, que saca de ganancia unos $ 250; vive con su mujer y cinco hijos, paga alquiler y la suya es la única entrada de dinero, además de la Asignación Universal por los pibes: “Se gana solo para vivir”, dice.

Por Desaguadero pasan unos 3.000 vehículos por día y la mayoría solo se detiene ante el control policial, luego acelera y sigue viaje. Para muchos, es solo un instante en el camino, un pequeño caserío olvidado, una misma postal desde hace 20 años.

“Acá lo que hace falta es trabajo”, resume una vecina, que se acerca al Gobernador y le da una carta donde le pide eso, que el trabajo en Desaguadero sea para los vecinos; parece una obviedad pero allí buena parte del trabajo es para gente de afuera: un ejemplo es la planta del Iscamen, pegada al pueblo.

“Hay que generar trabajo para los jóvenes; acá salen de la escuela y no tienen qué hacer, muchos se van a San Luis”, dice doña Eva, presidenta de la unión vecinal.

Y es cierto nomás: Lucas Escudero tiene 20 y está por terminar el secundario; dice que se va, que no tiene opciones, que sus papás lo entienden y que no quiere terminar de sanguchero.

En La Paz gobierna el radicalismo hace más de 20 años pero en Desaguadero, a las elecciones las suele ganar el peronismo; de hecho, fue el único distrito donde se impuso el Frente para la Victoria en 2015.

“El peronismo hizo las grandes obras; el acueducto es de la época de Gabrielli y Lafalla”, ejemplifica Héctor Fernández, presidente del club Los Amigos, que tiene a 50 pibes participando de la liga local de fútbol: “Un club con mucho esfuerzo, ahora estamos con el cierre perimetral”, cuenta el hombre.

Y hablando de acueducto, el agua es un problema: el caño que la transporta viaja casi 40 kilómetros desde La Paz, y en el trayecto muchos ganaderos lo perforan y se roban agua para la hacienda; así, la presión en Desaguadero es poca y en verano, nula.

“De la canilla sale un chorrito”, cuenta un vecino que con paciencia oriental la almacena en tachos y luego, con una bomba, la sube al tanque de su casa.

El servicio era municipal y pasó a Aysam pero el problema no se soluciona; algunos cruzan a San Luis con bidones para traer agua de la primera canilla que hay al otro lado.

Dos cosas que sí funcionan en Desaguadero son la educación y en menor medida, la salud, con una médica, Mabel Mogno, que atiende todo el tiempo en una ambulancia, que suelen llevarse a La Paz cuando allá falta movilidad.

“Con San Luis hay un intercambio”, bromea un pibe: “Ellos vienen a la escuela y a hacerse curar y nosotros vamos a buscar agua y trabajo”.

La escuela primaria es la Rubén Darío, a la que van 175 chicos; 45 de ellos viven allí toda la semana porque viajan de lejos. La directora es Miriam Arue y cuenta que la escuela resultó finalista de una feria de ciencias y que ahora viajan a Córdoba.

También habla de un proyecto turístico: quiere invitar a alumnos de otras escuelas a conocer Desaguadero y a vivir unos días en el pueblo; cuando salen de 7º los chicos pasan a la secundaria Aida Font, una técnica agropecuaria albergue.

“Acá muchos suponen que lo que aprenden no lo van a aplicar, y que van a necesitar del Estado para vivir”, dice Eduardo Pereyra, el director.

Contra todos los pronósticos, esa idea es la que tratan los docentes de cambiar: la escuela tiene una pequeña cooperativa de trabajo, preparan dulces y envasados que luego comercializan con los viajeros o consumen en sus casas.

Afuera, una mujer que perdió el colectivo local diario se arrima a la policía a ver si alguien la puede acercar a La Paz. Ya es la siesta y aprieta fuerte el calor del desierto.

“Por Desaguadero pasa todo el mundo, pero seguimos aislados y esperando”, resume un muchacho sentado contra un tronco, bajo la precaria sombra del árbol.

Un proyecto ambicioso en tres etapas

Según explicó el subsecretario de Infraestructura de la Provincia, Daniel Chicahuala, el proyecto para recuperar Desaguadero se desarrollará en 24 meses y ha sido dividido en tres etapas: la primera incluye la recuperación del portal y del edificio emblemático que lo completa, construido hace 80 años y olvidado por el Estado durante décadas.

El brazo norte del edificio para la comisaría y el sur para dependencias de la comuna; modernizar el sistema eléctrico, de agua y de servicios en general; además, se prevé un museo local.

La segunda etapa tiene que ver con una serie de servicios para la villa: mejorar la distribución de gas envasado, una planta de reciclado de residuos, ampliar el depósito de agua potable y un sistema eléctrico de una planta fotovoltaica.

La tercera etapa incluye un acuerdo con Vialidad Nacional para desviar por detrás del pueblo la salida de vehículos de la provincia y también el tránsito de los camiones.

Así, por el Arco sólo van a circular los vehículos y ómnibus que llegan a Mendoza. En Desaguadero piden que la mano de obra sea local.

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