Democracia liberal y crimen organizado

Para el pasado verano había planeado la lectura de "El Padrino", de Mario Puzo, como un descanso de playa, puramente recreativo. Pero no puedo con el genio: siempre termino haciendo lecturas políticas de los textos más diversos e insospechados. Todo bicho

Democracia liberal y crimen organizado
Democracia liberal y crimen organizado

"El Padrino" es un estudio sobre el ejercicio personal del poder, eso que la ciencia política contemporánea rechaza, calificándolo con los epítetos más despectivos que encuentra y refugiándose en sus estructuras, instituciones y leyes.

Los aspectos que se exploran en este sentido son numerosos: la Mafia es un sistema de servicios y lealtades para quienes no quieren o no pueden confiar en el Estado, ni en el poder político, ni en las autoridades constituidas.

Con ocasión de la reunión de los jefes de todas las "familias" del país convocada por Don Corleone, Puzo explica: “Todos esos hombres eran buenos para escuchar, hombres pacientes. Tenían otra cosa en común. Eran una rareza: hombres que habían rechazado las reglas de la sociedad organizada, que habían rechazado el dominio de otros hombres. No había fuerza ni ser mortal que pudiera torcerlos en su resolución, a menos que ellos lo desearan. Eran hombres que custodiaban su libre albedrío con crímenes y asesinatos. Su voluntad sólo podía ser subvertida con la muerte. O un mejor cálculo racional.” (p. 287)

El autor describe la Mafia siciliana como un liderazgo de tipo tradicional-personal en condiciones actuales de desarrollo cultural y tecnológico. Cada vez en mayor medida, los sistemas de poder que se conocen como mafias se revelan como una forma de articulación de la vida social allí donde el Estado está ausente.

Por el contrario, todo lo que conocemos usualmente como Sociedad Civil (organizaciones intermedias, empresas, asociaciones varias) opera dentro del marco normativo e institucional del Estado.

¿Qué pasaría si, como anhelan los teóricos libertarios y los liberales radicales, el Estado desapareciera mañana? En ese contexto parece asomar el estado de naturaleza de Hobbes, una situación de guerra de todos contra todos, lo cual podría darse en términos de lucha entre diversas organizaciones criminales.

En las organizaciones mafiosas es imprescindible saber quiénes son enemigos y quienes no: su supervivencia depende de ello. Clemenza, uno de los lugartenientes de Don Corleone, explica al joven Michael Corleone su punto de vista antes de que se desate la guerra con la familia Tattaglia: "'Estas cosas tienen que pasar cada diez años más o menos. Se libera la mala sangre. Por otra parte, si los dejamos avanzar sobre las pequeñas cosas, después lo querrán todo. Tienes que detenerlos desde el principio. Si hubieran detenido a Hitler en Munich nunca lo habrían dejado salirse con la suya. Se metieron en grandes problemas cuando lo dejaron hacer.' Michael había oído decir lo mismo a su padre tiempo atrás, en 1939, justo antes de que comenzara la guerra. Si las familias hubieran conducido el Departamento de Estado nunca hubiera sucedido la Segunda Guerra Mundial, pensó Michael, mientras se le dibujaba una sonrisa en la cara." (p. 142)

Las estructuras mafiosas poseen un mayor grado de eficacia que los complejos sistemas de acción estatal. En aquel contexto existe una baja tolerancia a errores o efectos contraproducentes. Por el contrario, democracia y eficacia no son términos sencillos de conciliar. "El Padrino" es una indirecta pero durísima crítica a la política contemporánea, la democracia liberal y el Estado de Derecho. Puzo describe el exilio siciliano de Michael Corleone, después de cometer su primer asesinato en los Estados Unidos.

"Sus dos pastores guardaespaldas siempre llevaban sus "lupara" con ellos cuando acompañaban a Michael en sus paseos. La mortal escopeta siciliana era el arma favorita de la Mafia. De hecho el jefe policial enviado por Mussolini para extirpar la Mafia de Sicilia había ordenado, entre sus primeras medidas, demoler todas las murallas de piedra de Sicilia hasta no más de una altura de un metro de alto, de tal modo que los asesinos con sus "lupara" no pudieran usarlas como lugar de emboscada.

Esto no ayudó mucho, y el ministerio policial resolvió su problema arrestando y deportando a colonias penales a todo hombre sospechado de ser un mafioso. Cuando la isla de Sicilia fue liberada por los ejércitos aliados, los funcionarios del gobierno militar estadounidense creyeron que todos los presos del régimen fascista eran demócratas y muchos de estos mafiosos fueron designados como alcaldes de los pueblos o intérpretes del gobierno militar. Esta afortunada eventualidad permitió a la Mafia reconstituirse y fortalecerse como nunca antes." (p. 328)

El texto me hizo recordar una breve fábula del P. Leonardo Castellani, de su libro "Decíamos ayer" y que hace años me hiciera llegar Juan Fernando Segovia:

"12. La Elefanta Tierna

Una Elefanta que trotaba por la jungla puso el piececito encima de una Gallareta. Desconsolada al ver lo que había hecho, y viendo al lado el nido de la Gallareta, dijo:

-Yo también soy una madre. No permitiré que estos pichones se queden sin cobijo.

Y se le sentó encima.

Moraleja. Las desgracias nunca vienen solas. Si una criatura pierde a su madre, la adopta la Sociedad de Beneficencia." (p. 247)

Esa cándida ingenuidad del sistema democrático respecto del crimen muchas veces se solapa con inescrupulosas prácticas de poder: es conocida la activa cooperación que prestara el conocido capo "Lucky" Luciano en la invasión aliada a Sicilia, a cambio de su excarcelación y posterior deportación a Italia (donde continuó su carrera delictiva).

¿Fue el auge de la Cosa Nostra en la posguerra el precio (uno de tantos) que los EEUU hicieron pagar a Italia por su liberación del fascismo?

Sometido a situaciones extremas, todo poder político, por muy democrático que sea, deja aflorar la Razón de Estado en toda su desnudez, sin remilgos ideológicos: ¿es esto eficacia? ¿Son sólo las situaciones extremas las que disparan los mecanismos de represión y control? 
Supongamos que efectivamente existe una voluntad firme de los poderes públicos para combatir las estructuras criminales y que no existen vinculaciones de connivencia y corrupción entre unos y otras.

¿Hasta qué punto es capaz un sistema democrático de afrontar el desafío que proviene del crimen organizado, hoy provisto de estructuras y tecnología que muchas veces superan en sofisticación y eficacia a las del Estado? De la respuesta que pueda dar dependerá, en no menor medida, su legitimidad y su pervivencia.

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