Cuidacoches golpeados y humillados en una comisaría

Un hombre acusó a un “trapito” del robo de su auto. La Policía lo detuvo y lo llevó a la seccional 16. Unos colegas lo fueron a buscar y sufrieron lesiones y amenazas de parte de efectivos, además de ser también detenidos. Y nunca existió el robo denuncia

Cuidacoches golpeados y humillados en una comisaría
Cuidacoches golpeados y humillados en una comisaría

¿Cómo terminan tres cuidacoches en un calabozo de una comisaría un viernes al mediodía? ¿Por qué un policía es denunciado por lesiones y amenazas poco después de la libertad de los "trapitos"? En esas preguntas se podría resumir lo que les tocó vivir a tres cuidadores de autos que trabajan desde hace más de una década en la plaza Marcos Burgos de Las Heras y que el viernes fueron acusados de haberse robado un auto, cuyo dueño, en realidad, se había olvidado dónde lo había estacionado.

Eugenio Contreras (37), su hermano Mario (35) y su cuñado Sergio Videla (35) trabajan cuidando vehículos que estacionan alrededor de la plaza departamental.

Básicamente ellos tienen a su cargo los coches que dejan sobre Doctor Moreno, Belgrano y San Miguel, respectivamente. Los hermanos Contreras hacen ese trabajo desde hace 24 años; Videla, 10.

"Cuidamos autos de empleados municipales, de los que vienen a hacer trámites al banco, hasta de la misma Policía. Todos nos conocen y hasta nos dejan las llaves ", aclaran. Y parece ser cierto.

Para hacer la nota, los tres se reunieron durante una hora y media con Los Andes en la plaza y, en el incesante trajinar de los peatones, varios los saludaban por su nombre, como si vieran a un vecino más.

Justamente, en medio de una habitual jornada laboral se encontraban el viernes a las 10, cuando Sergio fue detenido.

"Primero se me acercó un hombre que me dijo que había dejado su auto estacionado en mi cuadra y que ya no estaba. Le dije que no, que nunca lo había dejado ahí, que lo buscara en otro lado", empezó a contar.

Pero al conductor no habían palabras que lo convencieran y al ver que el cuidacoches no le daba la respuesta que él esperaba, fue hasta la comisaría 16 -ubicada en Rivadavia y San Miguel-, y le contó a los policías la supuesta desaparición.

Minutos después, Sergio era trasladado hacia la dependencia ante la mirada de sus clientes y de las personas que compraban en los puestos de  venta de pescado, verdura y lácteos que ese día se habían ubicado en la plaza.

"Me costó mucho ganarme la confianza de los que me dejan el auto. La gente me miraba y yo ya sabía que eso me estaba perjudicando", siguió relatando el padre de cuatro hijos.

Los efectivos que se lo llevaron "demorado" lo obligaron a ir hasta el patio de la comisaría, donde lo interrogaron acerca del vehículo y donde debió soportar amenazas y humillaciones de todo tipo.

"Me decían que confesara dónde estaba el auto, que si no hablaba me iban a hacer cagar (sic), que iba a terminar en la casita de piedra (en referencia a la cárcel)". Pero Sergio les juraba que él no tenía nada que ver y que nunca había estado ese auto a su cuidado.


Engañados, al calabozo
Mientras los dos efectivos hacían el papeleo de rigor para encerrar a Sergio, afuera los hermanos Contreras estaban desconcertados por la suerte de su cuñado.

A todo esto, el dueño del auto extraviado no detenía su búsqueda: "Me ofreció 2 mil pesos para que le dijera quién lo tenía", confesó.

Cuando Mario y Eugenio arribaron a la 16 los atendió una mujer policía, que los llevó al patio donde sus compañeros tenían a Sergio. Allí, los hermanos se dieron cuenta de que no iban a poder conseguir la libertad de su pariente sino todo lo contrario, los tres irían al calabozo.

"Había un oficial que más parecía un dictador. Nos decía: ´Ustedes han robado un auto en mi jeta (sic), y en mi guardia eso no pasa´", contó Eugenio.

Según el relato de los tres cuidacoches, ellos intentaron convencer a los policías de su inocencia; "les decíamos que teníamos que salir a trabajar, que si no lo hacíamos nuestra familia no iba a comer y que no teníamos antecedentes. Pero no paraban".

Incluso el oficial más violento amenazó a los cuidacoches con hacerlos perder el trabajo. "Nos dijo: ´Acá no los quiero, los vamos a meter presos´". Yo me reí. Cuando me pongo nervioso lo hago. Entonces me empujó la cabeza hacia abajo y me golpeó en la nuca", aseguró Mario.

Pese al golpe, él les sugirió a los efectivos mirar las cámaras de seguridad que apuntan a la plaza para saber qué había pasado con el auto.

"Mientras yo me sacaba los cordones de las zapatillas, me preguntaba si quería masajes y me pegaba".

Según los denunciantes, los golpes fueron vistos por un tercer policía que parecía de alto rango y por una mujer de la Oficina Fiscal 5. "Ninguno de ellos hizo nada", se quejaron.

Las cosas terminaron con los trabajadores en un calabozo hasta cerca de las 13 cuando volvió el dueño del vehículo a decir que había aparecido: lo había dejado estacionado sobre San Miguel pero pasando calle Rivadavia, a una cuadra de donde lo buscaba.

"Nos dijeron que lo habían encontrado y que ya sabían quién había sido el ladrón y que lo encerrarían en el calabozo con nosotros, para que lo aleccionáramos. Pero era un compañero nuestro -Lucas Villalobos (24)- y nosotros sabíamos que no había sido él", agregó Eugenio.

Poco después, los cuatro recuperaron la libertad; no se les inició ninguna causa ya que todo se trató de una equivocación del dueño del auto extraviado pero nadie admitió el error ni les pidió disculpas.

"Si hasta nos dijeron que nosotros habíamos llamado al ladrón para que lo devolviera y lo estacionara ahí. No sé cómo si nos habían quitado hasta los teléfonos", cerraron.

Cuando consiguieron la libertad, Mario fue a denunciar a la Oficina Fiscal el maltrato de los efectivos y a pedir que le llamaran un médico forense que le revisara las heridas. "Tenía un chichón y estaba todo marcado", dice mientras se señala la nuca.

Consultado acerca del tema, el comisario jefe de la departamental de Las Heras, Camilo Uvilla, indicó que mantendrá una reunión con un representante de la asociación de cuidacoches (ver aparte) y que luego tomará las medidas administrativas correspondientes.

Trabajadores asociados

Eugenio, Mario y Sergio conforman la Asociación de Cuidacoches San Miguel. El primero es el presidente, los demás, miembros.

En total son 25 trabajadores, ocho de los cuales conforman la comisión directiva. La intención es sacar a jóvenes de la calle y darles trabajo. Además organizan eventos sociales, como el Día del Niño último, que festejaron en la plaza.

Además intentan conseguir, a través del municipio, ayuda para reglamentar y dignificar su trabajo, cosa que hasta la actualidad no han logrado.

Los 25 trabajan en las inmediaciones de la plaza, en turnos desde las 7 a las 22. A cambio de cuidar los autos piden una colaboración. El que menos gana se lleva a su casa unos 80 pesos diarios; uno con más suerte puede ganar 250.

"Una vez me apuñalaron en la espalda por proteger el auto de un cliente al que le estaban robando el estéreo", recuerda Eugenio.

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