Cubanos mimados, centroamericanos maltratados

En la frontera sur de Estados Unidos, los isleños reciben sus documentos en pocas horas. Mexicanos o guatemaltecos deben esperar hacinados por días. Resentimiento.

Ellos están cruzando la frontera en Laredo, Texas, por cientos cada día, aprobados para entrar a Estados Unidos en cuestión de horas.

Parte de un torrente de cubanos que crece rápidamente, salen caminando a una calle de Laredo y son recibidos por voluntarios de Cubanos en Libertad, grupo sin fines de lucro. Los voluntarios les ayudan a organizar viajes a su destino en EEUU -a menudo Miami- y a empezar a tramitar permisos de trabajo y prestaciones federales como estampillas de comida y Medicaid, disponible por ley para cubanos inmediatamente tras su llegada.

La amigable recepción que se da a los cubanos, producto de antiguas hostiles relaciones con el gobierno de Castro, marca un notable contraste con el trato que reciben familias centroamericanas que huyen de la violencia en sus países. Además, está creando tensiones en esta ciudad donde predominan los méxico-estadounidenses, donde los residentes vieron cómo migrantes centroamericanos, quienes llegaron en una ola en 2014, fueron detenidos por la Patrulla Fronteriza e instruidos para que se presentaran ante cortes de inmigración.

“La gente aquí está empezando a sentir resentimiento”, dijo el representante demócrata de Texas, Henry Cuellar, cuyo distrito abarca a la ciudad. “Ellos están preguntando, ¿es justo que los cubanos logren quedarse y que los centroamericanos estén siendo deportados?”

Oficiales de la ciudad han advertido a cubanos que no vaguen por las calles. Empresas locales de colectivos se quejan de que los cubanos están alquilando camionetas especiales para viajar. Algunos residentes aquí también han empezado a levantar la voz.

Un grupo de veteranos de Afganistán e Irak llevó a cabo dos protestas junto al puente fronterizo en semanas recientes, diciendo que el gobierno federal estaba invirtiendo dinero en nacionales cubanos cuando no estaba cubriendo las necesidades de la gente aquí.

“Hacemos que todos los de Centroamérica esperen formados, al tiempo que los cubanos entran aunque no sean refugiados”, dijo Gabriel López, veterano méxico-estadounidense de la Armada de EEUU, que preside el grupo de veteranos. “Nosotros decimos: no abran las fronteras a cubanos y les den beneficios inmediatos mientras tenemos veteranos estadounidenses viviendo en las calles”.

Oficiales fronterizos informan que casi 48.000 cubanos podrían cruzar aquí este año, más que que llegaron en los últimos dos años sumados.
Bajo la Ley de ajuste cubano, ley que el Congreso aprobó en 1966 en los primeros años de enemistad con Fidel Castro, cualquier cubano que ponga pie en suelo estadounidense recibe permiso para entrar.

Los cubanos también son elegibles para prestaciones federales de asistencia social, entre las que se incluye ayuda financiera durante 9 meses. Después de un año, ellos pueden solicitar residencia permanente, lo cual es una puerta de entrada a la ciudadanía.

El reciente éxodo desde Cuba empezó a mediados de 2014, incluso antes de que el presidente Barack Obama anunciara en diciembre de ese año un restablecimiento de relaciones diplomáticas con el gobierno de Raúl Castro. En un importante cambio, Castro permitió que los cubanos salgan del país sin visas de salida. Muchos cubanos han dicho que los rumores en el sentido de que la entrada especial a EEUU sería cancelada ocasionaron que ellos hicieran sus maletas y se fueran.

La afluencia reciente no es nada como la oleada caótica de cubanos huyendo del gobierno comunista que abrumó al sur de Florida con el “Marielito” en 1980, y la crisis de balseros en 1994. Las autoridades federales de la frontera, que han estado registrando el crecimiento constante del número de cubanos, agregaron oficiales y abrieron salas adicionales en la estación fronteriza, duplicando su capacidad para procesarlos. La mayoría de los cubanos pasa en menos de una hora, informaron oficiales.

En cambio, residentes de Laredo recuerdan los días de 2014 cuando mujeres y niños de Centroamérica, quienes decían estar huyendo de pandillas asesinas, fueron apretujados en gélidas celdas para detenidos en Laredo, y atestaron la estación de micros después de que fueran liberados, cargando consigo tan solo órdenes con una fecha para presentarse ante un juez. Sin admisión general, enfrentaban batallas cuesta arriba ante la corte para ganar asilo que, con frecuencia, terminaron en deportaciones.

“La gente no está diciendo: ‘no dejen que entren los cubanos’”, dijo Ricardo de Anda, abogado y ganadero en Laredo que contribuyó a movilizar ayuda para los centroamericanos. “Ellos están poniendo en evidencia la ironía de un sistema de inmigración que les permite entrar a voluntad y causa mucha penuria a otros”.

Pero, en la estación fronteriza, un cubano, Milton Borges González, de 38 años de edad, sólo sabía que él era “el hombre más feliz sobre la tierra” cuando su esposa embarazada, Lisbeth Torres, salió con su libertad condicional en mano. Él había venido antes que ella y ya vivía en Houston. “Vine a trabajar”, dijo Borges, “y aquí te dejan trabajar y te pagan si trabajas. Estados Unidos nos da mucha ayuda porque somos cubanos”, dijo. “Gracias a Dios por eso”.

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