Confundiendo al enemigo por el camino del Portillo

San Martín decidió que una pequeña división atravesará la cordillera por el paso del Valle de Uco para desconcertar a los realistas y aumentar su confusión sobre el verdadero rumbo del ejército.

El 19 de enero de 1817 fue un día agitado en varios puntos de la jurisdicción de Mendoza ya que numerosas fuerzas comenzaron a desplegarse rumbo a la cordillera. Mientras partía la retaguardia de la división dirigida por el coronel Las Heras hacia el camino de Uspallata, iniciaba su marcha la vanguardia de la división que marcharía por el camino de Los Patos, comandada por el teniente coronel de Granaderos José Melián. La movilización del ejército había comenzado.

Al mismo tiempo, en el Cuartel General, San Martín escribía las instrucciones reservadas para el Comandante del fuerte de San Carlos, el capitán José León Lemos, encargado de cruzar a Chile a través del camino del Portillo. La estrategia de ataque diseñada por San Martín durante largo tiempo, conjugando sus conocimientos y experiencia militar con la información sobre la posiciones realistas que le proveían sus espías, comenzaba a plasmarse en el terreno.

La misión de los blandengues del fuerte de San Carlos

En la estrategia de San Martín, la división que atravesaría el Portillo sólo tenía como objetivo distraer al enemigo y profundizar su confusión. De acuerdo con las instrucciones que recibió Lemos, en la madrugada del 4 de febrero debería atacar la guardia realista ubicada en el caserío de San Gabriel, que según la información con la que contaba San Martín, se reducía a 6 fusileros y 20 milicianos armados con lanzas.

Luego, avanzaría una pequeña partida que hiciera correr la voz entre los pobladores, de que eran la vanguardia del ejército revolucionario que marchaba detrás de ellos. Para asegurarse de que los realistas no descubrirían el engaño, le advertía que sus tropas debían estar convencidas de que estaban iniciando la invasión del ejército. El camino del Portillo desembocaba en el valle del río Maipo, a pocas leguas del Sur de Santiago; por lo que el ardid era bastante verosímil. También le sugería que se retirara en caso de encontrar fuerzas superiores, para lo cual debería tener asegurada la caballada en un punto conveniente de la cordillera.

La misión representaba algún peligro porque en las cercanías de Santiago estaba asentada buena parte de las tropas realistas, pero la defensa de la guardia no era importante. Quizá, por este motivo, San Martín no reforzó esta división con tropas del Ejército de los Andes. En efecto, sólo estuvo integrada por la guarnición del fuerte de San Carlos y algunos milicianos. San Martín no quería dispersar sus fuerzas para concentrarlas en el valle de Aconcagua.

El fuerte de San Carlos y su guarnición

El capitán José León Lemos era un oficial de acreditado patriotismo, que aunque no se había probado en los frentes de batalla revolucionarios, contaba con experiencia militar y la confianza de San Martín. Oficial de las Milicias de Caballería, en 1811 se había incorporado al ejército regular como teniente en Buenos Aires, retornando a Mendoza en 1813 como comandante del Fuerte de San Carlos.

No sólo dominaba el terreno, sino las particularidades de sus distintos protagonistas sobre los que tenía el ascendiente que le otorgaba su autoridad.

Desde las últimas décadas del siglo XVIII, los Blandengues de la Frontera constituían la guarnición de los fuertes de San Carlos y San Rafael. La tropa no era numerosa y estaba integrada por los mismos habitantes indígenas, blancos o mestizos de las campañas o los arrabales de la ciudad.

En un estado sobre las fuerzas de la frontera de 1815, los blandengues del fuerte de San Carlos ascendían a 48 soldados, el Comandante, 6 suboficiales y un 1 tambor. El área contaba, además, con las Compañías de Milicias de caballería del Valle de Uco y Corocorto -hoy La Paz-, que, según el mismo documento, sumaban 108 soldados, 5 oficiales y 9 suboficiales. Se las consideraba poco disciplinadas e inestables; no era extraño que los blandengues desertaran, robando caballos y armamento, para volver a reincorporarse a la fuerza, luego de pasar algún tiempo “tierra adentro”, más allá de la frontera. Tampoco sorprendía a las autoridades que los milicianos se ocultaran, o encontraran excusas para no cumplir con el servicio.

A pesar de las dificultades, desde 1814, Lemos se había convertido en una pieza clave en el control del sur de la jurisdicción. Había conseguido que sus tropas vigilaran los movimientos de los realistas al otro lado de la cordillera cubriendo las guardias de los principales pasos australes, y, al mismo tiempo, había contribuido a mantener el delicado equilibrio que caracterizaba las relaciones con los pehuenches, asentados más allá del Atuel.

En efecto, el fuerte de San Carlos había sido escenario del parlamento que San Martín ordenó realizar en 1814, apenas se conoció la derrota de Rancagua, para consolidar la amistad con los “indios amigos”. Desde entonces, los pehuenches habían transmitido información sobre los sucesos que tenían lugar en su territorio y en la otra banda de la cordillera.

En 1816, la alianza entre mendocinos y pehuenches volvió a reforzarse en San Carlos, y la mayor parte de los caciques autorizó a San Martín a atravesar su territorio con el ejército, por los pasos bajos que conducían al Sur de Chile. Los que se opusieron, comunicaron a los realistas las intenciones del general patriota, cumpliendo, de esta manera, los cálculos de San Martín.

Rumbo a Chile por una áspera topografía

La división comandada por Lemos estuvo integrada por unos 30 blandengues del fuerte de San Carlos, a los que se unieron algunos milicianos, que podrían haber contribuido con el arreo de las mulas y los caballos que transportaban víveres, armamento y municiones. Los blandengues de la frontera conocían el espacio por el que debían transitar, por lo que no se les había fijado un itinerario. Las instrucciones sólo le ordenaban a Lemos graduar la marcha para atacar San Gabriel en la madrugada del 4 de febrero y, es probable que lo hayan transitado en menos de 10 días. Seguramente, la división partió del fuerte de San Carlos en dirección NE hasta alcanzar el Portillo.

Este paso era intensamente transitado en el verano y, desde fines del siglo XVI, se utilizaba para trasladar ganado que llegaba desde San Luis al Valle de Uco. Charles Darwin, que lo atravesó en 1835, lo describió como “una grieta, a manera de puerta, tallada en la parte más alta de la cadena [montañosa]”.

El recorrido que debían seguir no era muy extenso, pero la topografía es áspera. El ascenso y el descenso del primer cordón, conocido como Portillo Mendocino, es bastante brusco y el paso se encuentra a más de 4.000 msnm; luego de atravesar el valle intermontano debían volver a ascender y descender el segundo cordón, denominado los Piuquenes, que es un poco más bajo que el primero, pero igualmente dificultoso por las pendientes abruptas. Después debían seguir descendiendo por el cajón del río Yeso en dirección SO hasta San Gabriel, ubicado junto al río Maipo. El trayecto era riesgoso y se requería el uso de animales bien herrados, el frío y el viento eran intensos y los temporales de nieve, frecuentes en verano.

En territorio enemigo

En la madrugada del 4 de febrero, las tropas de Lemos se dispusieron a atacar la Guardia de San Gabriel, pero debido a un temporal fueron descubiertas y, los realistas huyeron con rapidez frustrando el intento. Sin embargo, la división cumplió parte de su objetivo ya que hizo huir a la guardia realista mientras las fuerzas que avanzaban por el camino de Uspallata tomaban la Guardia Vieja, las que lo hacían por Los Patos asaltaban la de Achupallas y, Freire, la de la estancia del Cumpeo en el Sur.

Es probable que Lemos haya explorado el área con sus hombres simulando ser la vanguardia del ejército para cumplir su misión.

Seguramente, advirtió la presencia de tropas realistas, porque el 7 de febrero retrocedió hasta Los Piuquenes donde, a las 5 de la tarde, pasó un parte de su situación al gobernador intendente. Luzuriaga lo recibió el 13 de febrero, tres días antes de que se conociera en Mendoza el triunfo de Chacabuco, y le comunicó a San Martín sus resultados.

Silueta biográfica

José León Lemos, comandante del Fuerte de San Carlos

Origen. Nació en la ciudad de Mendoza en 1766. Desde principios del siglo XIX era alférez del Regimiento de Caballería de Mendoza que estaba a cargo del cuidado de la frontera. Adhirió a la revolución desde sus inicios y se incorporó a las fuerzas regulares como teniente de caballería agregado al Regimiento de Húsares del Rey en Buenos Aires.

Regreso. En 1813 retornó a Mendoza como Comandante del Fuerte de San Carlos, encargado de la vigilancia de los límites de la jurisdicción. En 1815 fue promovido a capitán de caballería de línea. Comandó la pequeña división que atravesó el paso del Portillo hacia el valle del Maipo con una división de Blandenges de la Frontera. Después de Chacabuco, regresó a Mendoza, y continuó comandando el fuerte. En 1823 había ascendido a sargento mayor.

Fin. Falleció en la ciudad de Mendoza en 1834, cuando se desempeñaba como oficial de Justicia.

Bibliografía

- Espejo, Gerónimo, El Paso de los Andes. Crónica histórica de las operaciones del Ejército de los Andes para la restauración de Chile en 1817. Buenos Aires, Casavalle Ed., 1882.

- Bertling, Hans, Estudio sobre El paso de la Cordillera de los Andes efectuado por el General San Martín en los meses de enero y febrero de 1817 (Campaña de Chacabuco). Santiago de Chile, Taller del Estado Mayor General, 1917.

Homenaje

Escuela. La 1-438 lleva el nombre de Capitán José León Lemos y se encuentra en Malargüe.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA