Cisjordania: chocan palestinos e israelíes

Tras el cierre de la Explanada de las Mezquitas en la Ciudad Vieja de Jerusalén, ordenado el jueves por el gobierno hebreo, hubo violentos enfrentamientos y heridos.

Cisjordania: chocan palestinos e israelíes
Cisjordania: chocan palestinos e israelíes

Palestinos chocaron con policías israelíes después de la oración musulmana de ayer en Cisjordania ocupada, cerca de Jerusalén, donde la tensión se mantenía tras la decisión israelí del jueves de cerrar la Explanada de las Mezquitas por primera vez en muchos años.

Centenares de policías habían tomado posiciones en las estrechas callejuelas de la Ciudad Vieja de Jerusalén, conocida en tiempos de mayor calma por el distendido intercambio entre comerciantes, locales y turistas.

Ayer, los turistas se habían esfumado de la zona de ferias típicas del barrio musulmán. Los controles se multiplicaron en las calles que desembocan en la Explanada, y agentes fuertemente armados controlaban a todo aquél con intención de pasar.

Las instrucciones eran no dejar pasar a hombres de menos de 50 años, salvo aquellos cuyos documentos probaran que poseen un comercio en la ciudad vieja.

Jerusalén Este, parte palestina anexionada y ocupada por Israel desde 1967, vive en tensión permanente desde el pasado verano, hasta tal punto de hacer temer una tercera Intifada.

La Explanada de las Mezquitas, tercer lugar santo del Islam venerado igualmente por los judíos, se encuentra en el epicentro de las disputas. No obstante, la ampliación de colonias israelíes en territorio ocupado y la última guerra de Gaza han contribuido también a exacerbar los nervios.

Los musulmanes temen que el gobierno israelí cambie el estatuto de la Explanada y permita a los judíos, que hasta ahora sólo pueden visitarla, rezar en ella.

Su indignación proviene de lo que perciben como provocaciones por parte de judíos ultras que, bajo el pretexto de visitarla, se ponen a rezar en ella, un comportamiento hacia el que las autoridades israelíes se muestran ambivalentes, si bien han insistido en que no piensan cambiar el statu quo del lugar santo.

Frente a un nuevo acceso de cólera, Israel tomó la inaudita decisión de cerrar completamente el sitio, medida que no se producía desde hacía años, al menos desde  2000, tras la visita a la Explanada de Ariel Sharon, entonces líder de la oposición de derecha israelí, en un gesto que desencadenó la segunda intifada.

El jueves, el presidente palestino Mahmud Abbas calificó el cierre de este lugar santo como “una declaración de guerra” y su partido, el moderado Fatah, llamó a un día de cólera tras la oración de ayer.

Azam al Jatib, director del Waqf islámico (legado religioso), la organización que administra el lugar santo dijo durante la oración de ayer que el jueves había sido “un día negro” y “una catástrofe”.

Sólo algunos miles de fieles lograron ir a escucharlo, dado el rigor de los controles. Unos 9.000 fieles rezaron en las calles que rodean la Ciudad Vieja, según la policía israelí.

Los palestinos se quejaban de la arbitrariedad de las consignas, que “dependen del humor de los policías”, y a veces impiden pasar a hombres que superan la edad mínima establecida en 50 años.

A algunos kilómetros de distancia, en Qalandiya, unos 300 palestinos se enfrentaron después de la oración con policías israelíes en un puesto de control entre Jerusalén y Cisjordania, indicaron fuentes de seguridad palestinas.

Unos diez palestinos resultaron heridos, uno de ellos a balazos, según socorristas palestinos.

En Ramala, el imán usó expresiones similares a las de Abbas, en presencia del presidente palestino, afirmando que el cierre de la Explanada era “una declaración de guerra contra los palestinos, pero también contra todos los musulmanes a lo largo y ancho del mundo”.

En Gaza, miles de personas participaron en dos mitines diferentes, convocados por el movimiento islamista Hamas y la Yihad Islámica. “Habitantes de Jerusalén: ¡resistan! Estamos con ustedes para librar la batalla de Al Aqsa”, la emblemática mezquita de la Explanada, afirmó Fathi Hamad, un dirigente de Hamas, ante la multitud que rezaba.

En Jerusalén, la juventud palestina sueña con una nueva Intifada

Hisham nació hace justo 14 años, durante la segunda Intifada, y hoy, en su campo de refugiados de Jerusalén Este, sueña con una nueva revuelta para defender Al Aqsa, la emblemática mezquita del casco antiguo.

El tercer lugar sagrado del Islam está en boca de todos en la parte palestina ocupada y anexionada de Jerusalén.

Motivos para la ira no faltan. Podrían citarse, entre otros, el desempleo o la colonización, pero por lo que afirman estar dispuestos a luchar es por Al Aqsa.

Más allá de la religión, Al Aqsa y la Explanada de las Mezquitas se han convertido en el símbolo de la opresión israelí vivida a diario.

Para Hisham, las visitas cada vez más frecuentes de judíos a la explanada son comparables con las numerosas incursiones de soldados israelíes en su campo de refugiados de Shuafat.

“A las tres de la mañana, los soldados entran en el campo, imponen un toque de queda, registran, pegan y detienen”, cuenta el adolescente. “Nos hemos acostumbrado; todos los jóvenes entran y salen de la cárcel regularmente”.

A sus 14 años, Hisham también pasó por la cárcel: una semana por disturbios en cuyos detalles no quiere entrar pero que le obligarán a sentarse en el banquillo de los acusados en menos de un mes. “En Jerusalén Este, un joven ya no tiene el derecho a vivir, salir o moverse”.

“En Jerusalén no hay paz, es la Intifada”, abundó Mohamed, de 20 años. Él acaba de pasar cuatro meses en la cárcel pero está dispuesto a arremeter de nuevo contra los soldados israelíes.

“No soporto ver colonos en la Explanada de las Mezquita, cuando se prohíbe la entrada a los musulmanes”, afirma, refiriéndose a las restricciones impuestas por Israel a la entrada de hombres de determinadas edades.

Para Waël Mahmud, asistente social del barrio de Isawiya, escenario de enfrentamientos violentos desde hace una semana, los motivos son más profundos: la ira crece al abrigo de una colonización israelí que hace temer a los palestinos que no podrán quedarse mucho tiempo más.

En 1967, en el momento de la anexión, había unos centenares de judíos, pero ahora son unos 195.000 sobre una población de casi 500.000 habitantes en Jerusalén Este.

En opinión de Waël, si no se levanta el asedio de los 25.000 habitantes de Isawiya, la explosión será enorme, con una juventud dispuesta a pelear. A su lado, Salah, de 23 años, “ya no cree en el diálogo ni en las soluciones pacíficas” de Wael.

“Lo que ha sido confiscado por la fuerza, será recuperado por la fuerza”, suelta. “Israel quiere acabar con los palestinos en Jerusalén. Es un conflicto demográfico y religioso; atacan las casas y ahora Al Aqsa”.

Cada control es sinónimo de humillación, como para Abu Musa, que recibió una paliza en un retén. Para no tener problemas “tendríamos que tragarnos nuestra dignidad y ser mansos como corderos”, refunfuña

”Con la Justicia no se puede ni contar. Ni con los tribunales israelíes ni con ninguna institución palestina: nadie está con nosotros, sólo nos queda Dios”.

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