Budismo a la mendocina

Quiso ser escritora pero el azar la llevó a la arquitectura. La industria del vino le debe varios de sus mejores paisajes, por su trabajo en más de 40 bodegas. Reconocida aquí y en todo el mundo, este martes será declarada Ciudadana Ilustre de Mendoza. El

Budismo a la mendocina
Budismo a la mendocina

En la semana Marcelo Tinelli fue reconocido como personalidad de la cultura en Buenos Aires, lo que levantó una polvareda de polémicas. No será el caso de ella, que goza de un extraño y esforzado privilegio: ser una profesional inobjetable.

Acaso este carácter en su carrera la haga más que merecedora de una distinción que siempre ha buscado reconocer el talento de sus vecinos.

Eliana Bórmida acaba de regresar de un viaje por Estados Unidos. Uno de los puntos más altos de su reciente periplo sucedió en la embajada de nuestro país en Washington.

Allí ofreció una charla sobre una tríada que la apasiona y la tiene como pionera en su investigación y promoción: “Place, Wine & Architecture. The Work of Bórmida & Yanzón Architects”.

Para ser más sensorial su intervención allí se degustaron vinos mendocinos, precisamente de algunas de las bodegas en las cuales su estudio fundó, además de una estética, toda una ética.

Su trabajo ha sido definido como “arquitectura experimental que define una narrativa espacial llena de sensaciones y emociones, que invita amablemente a nuestras acciones y siempre en terrenos que ponen en valor la naturaleza, la cultura y la historia”.

Es difícil que los inversores que llegan del extranjero para colocar un pie en el mundo del vino no la conozcan. Sus trabajos han aparecido citados en el New York Times y el Financial Times, por hablar de publicaciones también inobjetables.

Cualquiera que siga sus pasos saldrá agotado. En días, la arquitecta se pondrá al frente de un seminario internacional, para reflexionar y capitalizar experiencias sobre la identificación, caracterización y puesta en valor de los “enopaisajes” y promover  formas de turismo sostenible.

La acompañarán especialistas de Francia, España, Brasil, Colombia, Chile y Uruguay. Esta actividad de la Cátedra Unesco se ha previsto para el 7 y 8 de noviembre, en el Auditorio de la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, en Buenos Aires.

-Impresiona cuando la ciudad destaca a algunos de sus vecinos como ilustres. En este caso la impresión es muy “justa”.

-Yo también me sorprendí mucho, al enterarme. Sinceramente nunca en mi vida me propuse llegar a recibir una distinción así. Uno va haciendo lo que más le gusta en la vida y del mejor modo que puede. Y yo me he dejado llevar por eso.

-¿Fue una idea del entonces intendente Fayad?

-Así es. Como él estuvo muchísimos años en la intendencia francamente yo he colaborado muchísimo con sus gestiones, en distintas etapas, por haber trabajado muchos años en Patrimonio, a través de la Comisión Nacional de Monumentos. Y después en la Facultad de Arquitectura, en donde dirigí un instituto de cultura arquitectónica y urbana.

Allí abordamos de un modo muy distinto estos temas. Redescubrimos el patrimonio de Mendoza. Hemos crecido oyendo que no lo teníamos. Sin embargo, hay mucho, que es único. Y mucho de nuestro patrimonio está relacionado con el vino. Estas cuestiones me mantuvieron cerca de la intendencia.

-¿Repensar la ciudad es una de tus pasiones?

-Absolutamente. Y he formado parte de estos grupos, siempre como amateur, porque ha sido sin cargo y en carácter Ad Honorem. ¿Pagarías por ser miembro de un club de golf, si te fascina el golf? (ríe). Con esto ha sido lo mismo. No es un hobbie y si lo fuera sería mucho más profundo.

Incluso más: yo pagaría por hacer estas investigaciones, por ser parte de equipos. Y es raro, pero así me vinieron los trabajos más conocidos.

-¿Al revés?

-Totalmente al revés de lo que podía suponer. Igual nos pasó con la arquitectura y el vino. No fue que primero llegaron los trabajos, mientras nosotros los esperábamos

Antes cavamos el “terroir”, plantamos las semillas, porque nos interesaba esta visión. Luego surgió todo este gran desarrollo en bodegas y en lugares no convencionales. Pero antes fuimos a investigar el terroir. De lo que no tengo dudas es que esto es fruto de las ganas que siempre le puse al trabajo.

-En tu carrera aparece como una constante el bajo perfil.

-Muuuuy low profile (sonrisas). Soy una persona formada así. Es la educación que me dieron en mi casa. No molestar a nadie en perjuicio de destacarse uno. A los demás les hace mal que vos te endioses.

Mamá ni siquiera nos permitía que hiciéramos alharaca por haber sacado un 10 en la escuela. Perfil bajo, hacer lo que uno debe hacer, discreto y disfrutar de ello.

-Al mendocino se lo ha destacado por ese perfil. ¿Esto cambió?

-(Piensa) Yo diría que la aparición del marketing ha distorsionado un poco las cosas. El tema de la imagen se ha transformado en algo excesivamente muy importante. Y superficial. Es importante no perder de vista que un excesivo egocentrismo hace mal, a uno, pero también a los demás.

Acabo de llegar de viaje por Washington. El profesor que me invitó era budista. Y allí me enteré que muchos de ellos también lo eran. El budismo zen no es una religión, de modo que no está reñido ni con el catolicismo, el judaísmo o cualquier credo.

Me intereso por la práctica de valores, por el estado de conciencia y de espíritu. Yo me decía: “¡qué manera tan interesante de completar la vida esta práctica y disciplina espiritual!”. Y creo que la practico, sin ser budista. Pero no descarto entre mis próximas expectativas incursionar por el budismo zen.

-Si lo pensamos, acaso exista una suerte de budismo zen a la mendocina.

-Existe. Yo desde siempre disfruto mucho de la espiritualidad a través de la naturaleza, la proximidad con el paisaje, los momentos en el Parque San Martín o los retiros a la montaña.

Ocurre que aquí podemos percibir la naturaleza con mayor facilidad. Hoy tratamos de tener la mayor parte del tiempo ocupado. Y todo hasta tiene que ser divertido, como si eso fuera un gran valor.

Y no está mal, pero no todo es así. Siento que hemos perdido la capacidad de contemplar. Tampoco hablo de lo contemplativo como noción filosófica. La contemplación es detenerse a mirar la luz entre las hojas de un árbol, en cómo cae esa luz en las veredas o en un patio. Mirar el cielo. A veces tenemos miedo de dejarnos llevar o flotar, ese fluir tranquilo.

-¿Cómo está creciendo Mendoza, desde tu perspectiva?

-La vida urbana se va haciendo más intensa y acelerada. Hace unos días vinieron políticos, que serán candidatos nacionales. Me dio mucha pena oír que la urbanización en Argentina debía ser una de las principales políticas de Estado. Es muy grave.

En otros lugares del mundo se habla de este fenómeno y están en carrera de unir capitales, centros urbanos medianos, pueblos, porque tienen redes extraordinarias de comunicación. Quizá el mundo vaya por ese camino.

Pero pensar una política así, para una provincia como la nuestra, incentivando la urbanización, creando aglomeraciones y concentración, es patético. Y es justamente lo que no tendría que ocurrir.

Si seguimos concentrando el urbanismo del Gran Mendoza se va a terminar devorando el oasis norte de la provincia y probablemente todos los existentes. Incluso más: ese modelo podría ser replicado en Tunuyán como cabecera, lo que también sería un error estratégico.

Lo que debe hacerse es una red muy fuerte y saludable de centros urbanos pequeños, dispersos en el territorio, en los cuales la población viva en pequeñas unidades, muy bien dotadas de escuelas, centros de salud, vías de transporte, vida digna.

-La situación es extraña: los de afuera van a vivir al campo y los del campo a la ciudad.

-Los extranjeros que vienen a radicarse aquí, en su mayoría, vienen a comprar tierras. A veces son personas que viven en otros sitios y solo pasan temporadas aquí, lo cual está perfecto, claro.

Es bueno que eso ocurra, porque nos pone en valor y son inversiones que contribuyen al desarrollo. Lo que a mí me preocupa es el mendocino. El que ha habitado el campo y las zonas rurales y que lo ha abandonado para vivir en las ciudades.

Esto crea grandes problemas sociales, partiendo desde que no posee mentalidad urbana. No es fácil transformarse en un ser urbano. No se aprende en cinco minutos y hoy ni siquiera se les enseña.

-¿Por qué Tunuyán y el Valle de Uco están en peligro?

-El futuro territorial de Mendoza se juega en cómo resolvemos la situación de Tunuyán, que está a mitad de los dos oasis que conforman nuestra provincia y que también es la entrada al Valle de Uco. Por eso su rol es clave en el futuro. Y con lo que hagamos allí nos jugamos el destino, desde lo estratégico.

Por esa razón tiene que haber una política de poblamiento de nuestro territorio. Hay que armar una política de uso del suelo, para no consumir el oasis como lo hemos hecho aquí.

¿Qué pasa con el Plan de Ordenamiento Territorial? Esto es fundamental, para esta geografía de oasis en la que vivimos. No se puede transformar en tierra urbana la que tiene agua para el uso de la agricultura. Ya nos está pasando en Maipú. Y es muy insensato.

La tierra agrícola es un recurso no renovable. El uso agrícola tiene que ser respetado y dominante. No debemos olvidar que se trata de un bien natural y cultural de Mendoza. Deberíamos trabajar codo a codo y más profundamente en intercambios con zonas que se agrupan en las llamadas “culturas de oasis”. Pienso en Israel, de inmediato.

-¿Se ha desdibujado lo  de vivir en un oasis?

-Tenemos ventajas agrícolas superlativas: buen suelo, clima y agua. Es una potencialidad extraordinaria en el mundo. Y tenemos antecedentes: durante más de 400 años hemos vivido de la agricultura.

¿Por qué condenarla? ¿Por qué decir que ahora tenemos que dedicarnos a la minería? ¿Por qué somos tan veletas? Yo estoy a favor de entender todas las riquezas naturales que tiene un lugar. No estoy en contra de nada. Y hay que entender las compatibilidades entre los tipos de riquezas.

El agrícola aquí viene de siglos y la cultura a su alrededor es muy fuerte. Hemos llegado al extremo de que las personas que trabajan el campo se avergüencen de esas tareas. Hemos degradado esta ocupación primordial, incluso hasta en la retribución de ese trabajo.

En Medoza hubo movilización social mucho antes del primer gobierno peronista. Esta ha sido una tierra de oportunidades. La gente prosperó en base a las herramientas que daba el estado y no en los planes actuales, que no contribuyen al futuro.

Tenemos una cultura y educación sólida en Mendoza sobre lo que significa crecer, superar obstáculos, prosperar. La visión con la cual nacemos es extraordinaria. Los recursos que puede darnos la minería son importantes. Pero tenemos el conflicto de que la megaminería tiene procedimientos que ponen en riesgo las cuencas de agua.

Y es aquí donde se enciende la luz colorada. Por eso no hay que avanzar peligrosamente. Nuestra realidad indica que no hay buenas costumbres, buenas intenciones, con el agravante que tenemos una situación que tampoco permite los buenos controles.

Estamos cansados de sufrir esas faltas de control, en todos los sentidos. ¿Nos vamos a lanzar a la megaminería, ingenuamente, pensando que todo va a salir bien?

-¿Es suicida la conciencia ambiental sobre el agua aquí?

-Si. Para cambiar deberíamos tener, así como lo hicimos con las grandes capitales del vino, una mayor interacción con ciudades de urbanismo de oasis. Igual, algunas cosas han cambiado. El caso de los jardines. Hay más conciencia para elegir los tipos de plantas.

Cuando empezamos a hacer Salentein ocupamos las 50 hectáreas alrededor de la bodega con flora y fauna autóctona. Y nada de eso se riega. Y se mantiene porque así es la naturaleza de nuestro lugar.

Después que las personas vieron este parque, con las diferentes alternativas y crecimiento de las plantas para parquización, los viveros empezaron a reproducir esas plantas. Y hoy se compran en cantidades. Y se practica el paisajismo xerófilo.

-Podrías vivir en cualquier ciudad de mundo y hoy mucho más. ¿Por qué seguís aquí?

-Porque yo soy un bichito de Mendoza.

Perfil de ciudadana ilustre

Arquitecta. Profesora Emérita de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Mendoza. Fundadora y directora del Instituto de Cultura Arquitectónica y Urbana (ICAU), con investigaciones sobre la cultura del vino.

Miembro de Número de la Academia Argentina de la Vid y el Vino (AAVV). Cotitular del estudio Bórmida & Yanzon, arquitectos. Premio Konex de Arquitectura 2012. Su estudio ha realizado más de 40 obras de arquitectura del vino  (master plans, bodegas y espacios de enoturismo) en Argentina y el exterior.

Su experiencia viene de la práctica profesional y también de la docencia y la investigación universitarias. Es Profesora Emérita de la Universidad de Mendoza, donde fue Profesora Titular de Historia de la Arquitectura y el Urbanismo (1973 - 2005) y fundadora y directora del Instituto de Cultura Arquitectónica y Urbana.

Allí desarrolló temas de patrimonio cultural e identidad regional andinos e inició una línea de investigación sobre Patrimonio Cultural del Vino en Mendoza.

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