Basurales a cielo abierto

El problema de la basura y su abandono al aire libre es uno de los grandes conflictos en nuestra comunidad. El Estado tiene mucho que hacer, pero es imprescindible la colaboración del ciudadano común.

Los basurales a cielo abierto siguen siendo un pasivo peligroso y difícil de erradicar en todo el territorio provincial. Pululan por doquier, grandes y pequeños, que perjudican la vida en comunidad y atentan contra la salud.

La presencia de basurales está entremezclada con un problema social, porque mucha gente vive del cirujeo. Podría solucionarse con plantas de separación y con un sistema de recolección diferenciada lo que, lamentablemente, requiere grandes inversiones. Una esperanza es que la problemática entre en el marco del Unicipio (plan de gestión integrada de las comunas del Gran Mendoza).

La política consolidada con la ley 5970 de 1993, solo contempla la disposición final en rellenos sanitarios y no incorpora elementos esenciales de la gestión integrada de residuos -separación, clasificación, reciclaje, valorización y educación-; además, entre 1998 y hoy han ocurrido muchas cosas en este país, como la consolidación del “ciruja o cartonero” (ahora llamado “recuperador urbano”) como oficio de la economía informal, el incremento en el consumo de plásticos, el abandono de políticas integrales para la adecuada gestión de los residuos, la aparición de otros problemas asociados como la gestión de neumáticos, aparatos electrónicos, tubos fluorescentes, pilas y baterías, que hacen aún más complejo el panorama. Inclusive en este último aspecto, muchos materiales contaminantes no hay donde concentrarlos para neutralizar su poder de daño, y deben ser llevados a Córdoba y Santa Fe para su acopio.

¿Cómo se puede solucionar el problema? Sin dudas que el Estado, aún con todo su poder transformador, no puede afrontar esta problemática solo si quiere tener éxito en el intento. Es necesario reflexionar sobre el valor de los residuos que se generan, y los impactos negativos que ocasiona nuestro accionar. Igualmente urge pensar acerca de lo que consumimos, como clave para iniciar el camino de toma de conciencia. Luego el Estado debe legislar aspectos de control sobre ciertas actividades que generan residuos a gran escala y perseguir a los infractores, contribuir a la toma de conciencia mediante campañas, y coordinar la gestión de los residuos con los municipios, ya que hasta hace poco tiempo cada municipio trató de resolver el problema de la manera que pudo o quiso, con lo cual hay un sistema bastante anárquico que es imprescindible ordenar.

Asimismo, debe insistirse en el reciclaje, la reutilización y la reducción de la generación de los residuos comenzando por casa y las instituciones públicas y privadas.

Atender a la infraestructura es otro paso. Es necesario mejorar los vertederos disponibles, cerrar otros y construir nuevos rellenos con estaciones de transferencia para aquellos municipios que ven encarecidos los costos de recolección y traslado a centros de disposición final. Debe mejorarse la logística de recolección, la maquinaria y contenedores para recolectar los residuos de forma más eficiente, comprar nuevos vehículos y que puedan portar mayor cantidad de residuos por unidad y así se reducen costos de transporte.

Finalmente deben promoverse alianzas con otros sectores, como las organizaciones de recuperadores urbanos, ONGs que trabajan por la defensa del ambiente, empresas socialmente responsables, cámaras empresariales que tienen un interés directo en el tema, como por ejemplo las cámaras de empresas que producen envases plásticos, los supermercados y otras grandes estructuras comerciales.

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