Avance argentino en terapia contra el cáncer

En el Instituto Leloir desarrollaron una nanopartícula “inteligente” que solo mata a las células tumorales y evita al sistema inmune del paciente.

Desde hace décadas, decenas de investigadores de distintas disciplinas del Instituto Leloir de Buenos Aires se han puesto al hombro la tarea de aportar opciones terapéuticas de tipo molecular para el cáncer, que sean precisas y no destruyan a las células sanas del paciente.

La carrera, no obstante, no ha terminado. Actualmente, el Laboratorio de Terapia Molecular y Celular lleva adelante un desarrollo biotecnológico con los mismos fines pero creado de forma artificial.

De la mano de científicos como Osvaldo Podhajcer, director del Laboratorio, ya habían diseñado un pseudo virus terapéutico que se expresa únicamente en células tumorales, internalizándose para provocar su muerte.

“El virus -explica la bióloga e investigadora del Conicet Gabriela Canziani- es una cajita de información genética que se puede adaptar a las necesidades y tiene, en toda su superficie, moléculas que le permite llegar a puntos de reconocimiento biológico muy precisos. Con la ingeniería se puede modificar esas moléculas de reconocimiento y redireccionar al virus. De esta forma, el virus adquiere una nueva vocación: infectar exclusivamente células del tejido maligno donde se multiplica y eliminarlas”.

Inteligencia artificial

Luego de los progresos alcanzados con el virus modificado genéticamente, los investigadores del Leloir decidieron dar un paso más: generar una nanopartícula lipídica que acceda al tumor y provoque su muerte, pero construida enteramente de forma artificial, con materiales biodegradables.

Para lograr esa “mímica” de lo que hace la naturaleza en un virus, la nanopartícula que contiene el material genético con la “instrucción” de muerte celular tiene que acceder fácilmente a la zona del cáncer, que usualmente se ubica en regiones inhóspitas, de poca oxigenación y circulación sanguínea.

Por sus propiedades físicas, los nanopartículas tienen la facultad de llegar al tumor por el torrente sanguíneo y se acumulan en él al ingresar por los capilares del entorno tumoral, que “pierden” por sus fenestras (ventanas o agujeros ubicados en el endotelio) como una cañería agujereada. En este sentido, se aprovecha el sistema de vascularización defectuoso del tumor.

La nanopartícula diseñada por los investigadores argentinos es “inteligente” porque aprovecha las características que tiene el tumor para “sobrevivir” y escapar de la vigilancia del sistema inmune y destruir las células malignas.

¿Cómo reconoce al tumor? Mediante anticuerpos de llama (proteínas) ubicados en su superficie, que se unen a las proteínas de las membranas de las células tumorales. Cuando se produce el encuentro con la célula tumoral, la nanopartícula se internaliza y el gen con el promotor de muerte tumoral se activa.

Es así que, de forma artificial, se logra recrear lo que se logró con los virus inteligentes: entrar solamente en células tumorales, desencadenar la muerte celular por los factores de función celular que están activos en el tumor, acumularse solo en tejido tumoral y actuar localmente aún cuando sea inyectado sistémicamente (por vía intravenosa).

La ventaja de las nanopartículas lipídicas frente a los virus inteligentes está en su diseño, ya que les permite evitar el ataque del sistema inmune, cosa que sí ocurre con los virus. Además, las nanopartículas pueden alojar en su interior compuestos de uso tradicional en la quimioterapia de la enfermedad que, de este modo, podrían combinarse dentro de la misma partícula con fármacos de base genética.

Del laboratorio al paciente

El proyecto de terapia molecular con nanopartículas se encuentra aún en etapa de investigación y desarrollo, y se espera que este año se ejecuten las primeras pruebas en ratones. Si bien está en ciernes, Canziani aspira a que pueda utilizarse como vehículo de diagnóstico en el mediano plazo.

Para la investigadora, el objetivo a largo plazo de las ciencias implicadas en terapéutica del cáncer es llegar a un teragnóstico, es decir, un procedimiento que localice y elimine en forma casi simultánea a las células tumorales antes de la diseminación de la enfermedad.

En este sentido, el trabajo conjunto de científicos y médicos resulta relevante, al igual que una promoción activa de la prevención para llegar antes de la formación de una masa crítica tumoral que no se pueda revertir. De ahí que la ingeniería molecular cobra relevancia en medicina, porque apunta a un tratamiento de las afecciones a nivel genético.

“No hay un cáncer igual al otro. Se puede agrupar a los pacientes en ‘respondedores’ y ‘no respondedores’ a determinado tratamiento, pero hoy es necesario ir persona por persona porque se corre el riesgo de perder mucho tiempo si no se prevé el conjunto de oportunidades de tratamiento en cada individuo”, concluye Canziani.

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