Buscan advertir sobre contenido perjudicial en alimentos a través de las etiquetas

Diputados de Libres del Sur trabajan en un proyecto de ley para que los envases tengan una etiqueta como la de los cigarrillos. Ya hay 16 iniciativas previas en el Congreso que no prosperaron. Diferentes opiniones.

Que la gente sepa lo que come y pueda elegir. Tal podría ser la premisa del proyecto de ley en el que trabajan diputados nacionales de Libres del Sur con la intención de que los alimentos que tienen contenido que pudiera resultar dañino para la salud lleven una etiqueta de advertencia. Sería del estilo de la que tienen los cigarrillos. Informado el consumidor, podrá elegir a conciencia.

Las motivaciones se encuentran en el aumento de ciertas patologías, especialmente la obesidad, tan vinculada a algunos tipos de comidas que, a pasos agigantados, han ganado espacio en el mercado y las alacenas. Son justamente aquellas que tienen aportes poco beneficiosos pero que a veces, por desconocimiento del consumidor, no pueden identificarse. A eso se suma la falta de hábito de lectura de las tablas de información nutricional.

No serían garantía, según dijo la diputada por Mendoza, Graciela Cousinet, quien motoriza la indicativa, por eso es necesario el aviso en un texto sencillo, llamativo, legible.

“Así como los cigarrillos deben exhibir una advertencia de que el tabaco es mortal, queremos que los alimentos que no son saludables y que contienen materias nocivas para la salud, ya sean plaguicidas, grasas trans, transgénicos, glifosato, jarabe de fructuosa, azúcares, sales, sodios, etcétera, tengan una advertencia llamativa para que quienes los compren sepan lo que están consumiendo”, explicó.

Agregó que “hay muchísimos elementos nocivos que estamos incorporando con la alimentación, pero hay tres fundamentales: los transgénicos, las grasas trans y la fructuosa de maíz (...) Es como para empezar con aquellos de los que los especialistas tienen evidencia de que son nocivos”.

En el Congreso de la Nación existen 16 proyectos que proponen cuestiones similares. Sin embargo, no han prosperado y están por perder estado parlamentario.

Para la legisladora, estos son muy acotados ya que apuntan sólo a las grasas trans.

Las presiones de las empresas han logrado el objetivo. Por eso, la pregunta obligada es por qué piensan que esta vez pueden tener suerte.

Desde el punto de vista de Cousinet, si no lo logran al menos se podrá instalar el tema en la sociedad.

Bajo costo

Uno de los principales problemas es que este tipo de compuestos se encuentran en una amplia gama de productos en el mercado. Son justamente aquellos que se consumen cada vez más, por ser ricos, prácticos o económicos.

Es que una de las particularidades es que su incorporación permitió abaratar costos, por lo que forman parte de los segmentos más económicos y a los que acceden los grupos de menores recursos.

También tienen mucha presencia en los productos preferidos por los chicos: gaseosas, snacks, galletas, jugos, alfajores, golosinas.

A los transgénicos se los asocia a alergias y enfermedades autoinmunes. Al maíz de fructuosa, con la obesidad y enfermedades asociadas como diabetes o hipertensión, mientras que las grasas trans se asocian a hipercolesterolemia, mayor incidencia de problemas cardíacos y algunos hablan hasta de mayor predisposición al cáncer.

Al ser económicos y ricos se consumen con más asiduidad. Justamente muchos de ellos que aportan calorías vacías, es decir que no producen saciedad.

“Antes, la gaseosa era un producto de lujo para tomar esporádicamente, pero ahora muchos la toman a diario”, dio como ejemplo. Comentó que se usan mucho en productos light.

El tema es cómo remplazarlos para garantizar alimentos a las personas de bajos recursos. Para la legisladora, la opción es disminuir los impuestos sobre los productos de la canasta familiar.

Desde el punto de vista de la ingeniera química Emilia Raimondo, quien es miembro de la Sociedad Argentina de Nutrición capítulo Cuyo, esta ley no sería tan necesaria.

Ocurre que respecto de si los transgénicos hacen daño hay posiciones encontradas y ella considera que no hay evidencia científica de tal cosa. Resaltó que la Organización Mundial de la Salud ya dijo en 1991 que no son dañinos y que la Argentina es uno de los principales productores de transgénicos del mundo. Medidas restrictivas afectarían la economía.

“La insulina es transgénica ¿qué se va a hacer? Los diabéticos se la inyectan todos los días y no les pasa nada. Además, la enzima que usan en el país para producir 80% de los quesos, es transgénica", mencionó.

El caso de los otros dos componentes lo consideró más polémico. Mencionó que para las grasas trans ya hay un programa nacional que limita su uso y por el cual la industria comenzó un proceso de remplazo. Dijo que está regulado y controlado; sin embargo, Cousinet consideró que la información sobre su presencia en las etiquetas es engañosa y que los controles son ineficientes.

En cuanto a la fructuosa no hay dudas: todos la señalan como una de las responsables de la epidemia de obesidad. Señaló que “hay una ley que apunta a poner un impuesto a las bebidas azucaradas. Si sale más cara quizá la dejen de comprar”.

Para la licenciada en Nutrición, Cecilia Llaver, sería una buena inciativa colocar la etiqueta al menos en los productos que consumen los niños para que así los padres sepan qué es lo que se les va a dar.

Es que resaltó que en poca cantidad no son perjudiciales, pero el problema es el abuso. El asunto es que este tipo de productos está presente en gran parte de la dieta. “El problema es la suma: a lo largo del tiempo afectan la salud”, concluyó.

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