Al desnudo

Siete kilómetros de arena separan a Cabo Polonio del resto de la costa oriental. Este rústico paraíso, sin energía eléctrica, se ha convertido en la última Meca de un turismo que busca la tranquilidad y el contacto con la naturaleza.

Al desnudo
Al desnudo

El Zorro 
"(...) A mí me han dicho: ¿y esto es el Polonio? ¿y qué le ven? ¡Si aquí no hay nada! ¿Qué hay que ver en el Polonio...? Y yo le he respondido: `si usted pone atención, aquí va a encontrar mucho para ver... no más párese usted en un lugar alto y vaya mirando mientras gira despacio, vaya escuchando, vaya sintiendo... y después me cuenta´(...) Pero al Polonio hay que saberlo disfrutar. Hay que saberlo mirar... y llega la noche y se encuentran con toda la naturaleza del cielo limpio, sin focos, sin ruidos, como no la puede ver en otra parte (...)".

Acertada descripción e indiscutible verdad. Es que estas palabras no pertenecen a cualquiera, pertenecen a el Zorro. Pero no confundirlo con Don Diego de la Vega, el personaje de ficción.

En Cabo Polonio el Zorro es otro. Aunque también mítico personaje, hijo de pescadores y lobero, fue uno de los primeros pobladores estables desde 1952, cuando se instaló allí con su familia.

Un gran conocedor del lugar que supo traducir con sus frases lo que le decía el paisaje. "Algunos dicen que vienen a despejarse, otros dicen que en el Polonio renacen otra vez. Muchos dicen que vienen para olvidar... Y yo digo que tal vez vienen para acordarse". Cualquiera sea la razón la estadía merece la pena.


El principio
El 31 de enero de 1753 naufragó la embarcación que dio nombre a este sitio y, ése más que un final fue un principio para este rincón especial. Al mando del barco pirata, protagonista de este hecho, estaba el capitán Joseph Polloni, conocido en esa época por ser un gran bebedor de vino.

Son más los que afirman que los que niegan, que esa afición haya podido producir ese trágico desenlace. Lo cierto es que su nombre bautizó al lugar que hoy es un imán para quienes quieren -literalmente- desenchufarse.


12 Segundos de oscuridad
En un intento por evitar los naufragios y señalar a los navíos los peligros de la zona se inauguró en 1881 el faro que desde entonces alumbra religiosamente las noches del Polonio. Sus 26 metros de altura, permiten visualizar la totalidad del pueblo y las características geográficas del lugar: las islas vecinas -Isla Rasa, Isla Encantada y el Islote, hogar de lobos marinos-, las dunas, sus playas y el bosque detrás.

Desde aquí se percibe a la perfección cómo, de un lado y de otro, el océano abraza al Polonio dando la sensación de estar en una isla. Las vistas panorámicas que se obtienen desde lo alto justifican los interminables escalones de la subida.

Creados para advertir a los navegantes, cada faro posee un intervalo diferente -a veces color de la luz también- y eso, es lo que permite reconocer la costa desde altamar en la penumbra de la noche.

El de Cabo Polonio se caracteriza por destellos lumínicos blancos cada 12 segundos. Allí resuena la canción: "Un faro quieto nada sería/ guía, mientras no deje de girar/ no es la luz lo que importa en verdad/ son los 12 segundos de oscuridad". El cuidador del faro nos confirma lo que sabemos: "Éste es el de Jorge Drexler. Alquiló hace unos años una de las casas de aquí" nos cuenta como dato de color.


El norte y el sur
La comunidad del Polonio se divide en norte y sur. En el norte abundan los ranchos de colores, las posadas y los hostels, se encuentra el paseo de artesanos y los restaurantes.

En el sur, las casas son blancas, prolijas, con techos y puertas color aguamarina que refuerzan la cercanía al mar. En ambos lados del Cabo, las modestas construcciones se esparcen caprichosas sin alinearse en calles ni nada que se les parezca como rebelándose a un orden que nunca les fue impuesto.

Sin embargo, el denominador común es que todas miran al vasto océano que las rodea. Mientras,  las del norte miran a la playa de La Calavera -recibe su nombre por los numerosos naufragios que hubo en su costa- donde descansan los días de mal tiempo las barcas de pescadores.

Las casas del sur desembocan en la playa La Ensenada de aterciopelada arena blanca y donde se aprecian los mejores atardeceres del Cabo.


Las dunas y los lobos
Cuando se pregunta a los lugareños por las actividades para realizar en la zona, dos son las recomendaciones que se repiten una y otra vez: ir a las dunas y ver los lobos.

Es lo primero que nos dice Isabel que ocho meses al año los pasa en el Polonio donde trabaja en una posada: "Las dunas parecen cerca pero a medida que uno se aproxima, ellas se alejan; vale la pena caminar hasta allí". Concurrimos a los atractivos y descubrimos el por qué de las sugerencias.

Curvas perfectas, siluetas ondulantes, formas que cambian constantemente y una fragilidad que amenaza con volverlas efímeras, son las características de este conjunto de dunas móviles, único en América del Sur.

Las dunas y médanos de Cabo Polonio son desde 1966 monumento natural y aunque imponentes en su forma y tamaño -alcanzan los 30 metros- cualquier cambio en el entorno atenta contra ellas. Es recomendable prolongar la caminata hasta el Cerro Buena Vista que con 56 metros de altura es el punto más alto de la región y, desde su cumbre, proliferan las postales del lugar.

Grandes protagonistas de esta tierra y de la historia del Polonio son los lobos marinos. Los primeros pobladores, a principios y mediados del siglo pasado, se instalaron en este agreste paraíso costero persiguiendo los beneficios económicos de la cacería de estos animales -en la actualidad prohibida-. Ahora se los puede observar ágiles en el agua o tomando sol en piedras de la superficie.

Este territorio alberga una de las reservas más grandes (del continente) de este animal. Se los puede observar fácilmente y durante todo el año en las rocas que rodean al faro y en las Islas de Torres, como se llama al archipiélago que se divisa desde la costa.


Sus noches
El sol se apaga, las estrellas, las velas y el faro se prenden: llegó la noche a Cabo Polonio y llegó el silencio, los sonidos de la naturaleza esparcidos en un paisaje invisiblemente negro. Vértigo: un pie detrás de otro como jugando a "Pan y Queso" es la forma de recorrer los senderos si no hay linterna en mano. Arriba el cielo parece más grande, las estrellas más cerca.

Algunas noches se aparecen en el agua las noctilucas: organismos unicelulares que emiten brillo como resultado de una reacción bioquímica. La explicación existe pero cuando se observa el mar con destellos azules fluorescentes es imposible no creer en la magia. Las noches en Cabo Polonio, lo son. Quien las conozca sabrá y quien no, querrá conocerlas.

Datos de interés

www.portaldelcabo.com.uy: alojamientos, restaurantes y servicios. 
www.cabopolonio.com: Alojamientos y alquileres.

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