San Valentín: Agustina, Pablo y el amor que cura

Se conocieron cuando ella hacía su rehabilitación tras sufrir un grave accidente. Él fue su kinesiólogo y en ese contexto se enamoraron. Un encuentro fortuito que les cambió la vida.

A veces es en los contextos más difíciles y tristes en los que surgen las historias más inspiradoras. La de Agustina Úbeda (31) y Pablo del Río (28) es una de ellas. En días como hoy, cuando muchos celebran el amor, vale la pena contarla.

Todo comenzó a comienzos de 2010, cuando ella (que por entonces tenía 24 años) se había quedado sin trabajo y decidió viajar con una amiga a Buenos Aires para comprar ropa y venderla acá. Como el hermano de un amigo iba a ir en auto, decidieron compartir los gastos e ir con él en el vehículo.

"Le dije a mi amiga que iba a dormir un rato y de ahí en más no recuerdo nada", explica. En la ruta sufrieron un accidente que la dejó con múltiples fracturas en ambas piernas, en las costillas, las manos y un fuerte golpe en la cabeza que le provocó estrabismo. 

Después de estar 55 días internada en Río Cuarto con un coma inducido y de ser sometida a numerosas cirugías, los médicos comenzaron a disminuirle los fármacos para que saliera de ese estado. Regresó a Mendoza y, tras 10 días internada en un hospital y 3 meses en su casa, empezó a buscar junto a sus padres dónde hacer su rehabilitación.

Nadie imaginaba por entonces, y mucho menos ella, que su kinesiólogo se convertiría en el amor de su vida. Luego de transitar por varias instituciones, sintió que en Ciprés estaban los profesionales que la hacían sentir cómoda.

“Más allá de ser muy buenos en lo suyo, me trataban tan bien que hicieron todo más fácil. Nos juntábamos con los especialistas y mis amigas y se hizo un lindo grupo”, recuerda.

Pero iban a pasar varios meses hasta que Pablo y ella se encontraran, porque él se había tomado una licencia en el trabajo para avanzar con sus estudios. Sin embargo, apenas regresó sus compañeros lo invitaron a una juntada en la casa de Agustina y fue.

“Todo empezó como una amistad. Pegamos buena onda enseguida”, relata él. Si bien supo enseguida que quería salir con ella, la situación no fue fácil debido al particular contexto que tocaba vivir a Agustina. En medio de las juntadas, la rehabilitación seguía su curso y llegó el turno de que él comenzara a asistirla en fisioterapia todos los días.

Pero un día se animó y la invitó a salir. “Yo tenía terror de que me hiciera sufrir, porque estaba pasando por momentos duros y me había costado mucho ponerme en órbita. Mi realidad había cambiado en un 100%. Estaba aprendiendo a caminar de nuevo, tenía el pelo corto, usaba una zapatilla especial porque una pierna me había quedado más corta, tenía muletas, cicatrices por todos lados, eran muchas cosas”, explica Agustina con lágrimas en los ojos. Él la mira, sonríe y remata: “A mí me encantaba”.

La espera tuvo premio

Pablo supo ser paciente, demostrando interés sin molestarla. Un día ella dijo que sí. Pasaron varios meses de salidas y juntadas con amigos hasta que le propuso que fueran novios, pero ella le dijo que no.

Igual continuaron saliendo hasta que Agustina se dio cuenta de que, tras su negativa, dependía de ella que la relación diera un paso adelante y le preguntó si él quería ser su novio. “Le dije que el título a mí no me importaba porque yo ya la consideraba mi novia”, señala él con complicidad.

Una de las anécdotas más simpáticas que guardan tiene que ver con el primer beso. Un día caminaban juntos y se despidieron, pero Pablo se arrepintió y volvió corriendo, la agarró del brazo y la besó.

Entre risas, ella recuerda que se pegó un susto grande “porque pensé que me iban a robar. Justo después del beso pasó mi papá con el auto y yo estaba ahí, abrazada con el kinesiólogo, a unas cuadras de mi casa”.

Tanto la familia de ella como la de él, además de los amigos, apoyaron la relación desde un principio.

El amor cura

Desde entonces, él se dedicó a acompañarla en el largo proceso de recuperación que tenía por delante: “Al principio eran notables sus dificultades. Cuando volvió a cursar no podía andar sola en colectivo, así que yo la iba a buscar y nos volvíamos juntos en el micro. Ella era lo más importante para mí. Relegué mis estudios y cambiaba mis horarios para poder ayudarla”, cuenta.

Agustina lo mira enamorada y agrega que su amor “fue primordial, junto con el de mi familia y el de mis amigos”. Todos, hasta la familia de su ex novio, la visitaron y acompañaron.

En medio de su recuperación cayó en la cuenta de que había dejado de pagar la facultad, por lo que apenas pudo fue a tratar de conocer cuál era su situación.

Se encontró con una sorpresa: “Apenas llegué me dijeron que estaban al tanto de lo que me había pasado, que desde el último día que dejé de ir hasta cuando volviera a comenzar, no debía nada. Fue algo que no esperaba y por eso me siento tan agradecida con la gente de la Universidad Champagnat”.

Hoy ambos sienten que el amor de las personas que los rodean fue lo que facilitó en gran medida la recuperación de ella, aunque su amor propio tuvo tanta o más importancia. Cada vez que sufría dolores o algún malestar, buscaba soluciones consultando a especialistas.

Después de más de 2 años de haber terminado su rehabilitación, logró que le aprobaran la cirugía de alargamiento femoral que le permitiría volver a tener ambas piernas con el mismo largo. Describe haberlo vivido “con mucha felicidad y sin miedos”, porque confiaba plenamente “en el doctor Julio Amaya que me había explicado cómo iba a ser la operación y siempre me atendió amablemente”.

Ese empuje tan fuerte fue contagioso para Pablo, aceptando que gracias al estímulo de Agustina terminó la carrera y logró la licenciatura.

“Ella me ayudó a poner orden en mi vida, con su amor y contención”, reflexiona, agregando que “tiene una fuerza y energía diferentes a las otras personas. Tiene ansias de superación”.

Un futuro de proyectos juntos

Después de 5 años y medio de noviazgo, la relación se encuentra más que consolidada. Han compartido vacaciones familiares y han viajado solos. Aclaran que “todavía no vivimos juntos” pero se miran con complicidad dejando entrever que el tema ya ha sido charlado.

Por su parte, Pablo explica que “después de varias complicaciones de trabajo que hemos tenido los dos, hoy tenemos varios proyectos importantes”. Es imposible dejar de lado el contexto particular que vivieron durante los tres primeros años de la relación, enfocados principalmente en el bienestar de Agustina.

“Es muy loco habernos conocido en un lugar así. Si yo no hubiera regresado de mi licencia, no nos habríamos cruzado”, especula el kinesiólogo. Ella asiente con la cabeza y manifiesta: “Yo soy muy creyente y a veces me digo: ‘¡Mirá lo que Dios te tenía preparado!’. El accidente cambió mi vida en todo sentido”.

Ambos aseguran que no tienen discusiones y que la relación ha fluido naturalmente. Agustina acepta ser un poco más reaccionaria frente a ciertas situaciones, pero que ha aprendido de Pablo a tomarse las cosas de otra manera.

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