Agoreros

Jorge Sosa -  Especial para Los Andes

La palabra “agorero”, define a aquel que predice males. En su origen no era esa la intención de la palabra. Agorero proviene del latín “augurium”, acto de predicción, una consulta a los dioses sobre lo favorable de algo a emprender. Un augurio podía ser bueno o malo. La palabra degeneró en otra: “agüero”, era una adivinación que hacían los sacerdotes romanos ante un acontecimiento inevitable. Para eso se valían de acciones como el examen del vuelo de los pájaros, de ahí viene la expresión “pájaro de mal agüero”. Ahora saben todos los apellidados “Agüero” de dónde viene su apellido. (Hacete un gol, Kun).

Ahora “agorero” es aquel que anda anunciando catástrofes. Siempre han existido personas con esta vocación. Recordemos nomás aquellos que afirmaban conocer las predicciones mayas que decían que el mundo se iba a terminar en el 2012. Nada ocurrió.

Los agoreros encuentran un terreno propicio de atención cuando ocurre algún desastre significativo. Lo andan diciendo ahora después de los acontecimientos sucedidos en Centroamérica.

Ese lugar del mundo parece orinado por los canes. Los atacan las catástrofes con fiereza inusitada. Después de un terremoto terrible en Chiapas, a los pocos días, un terremoto en Puebla que devastó el DF. Por otro lado el mar Caribe que parece una fábrica de huracanes en pleno funcionamiento. Que Irma, qué José, que María. Las palmeras no se levantan de la cachetada de vientos que recibieron de uno, cuando tienen que poner la cara para que le dé una nueva cachetada el que viene.

Entonces los agoreros aparecen anticipando catástrofes y algunos se animan a vaticinar el fin del mundo. Que el mundo, este mundo, algún día ha de cesar en sus actividades es algo más evidente que elefante en bazar, pero a mí me parece que faltan algunos miles de años para eso.

Catástrofes como las de Centro América han ocurrido siempre. Recordemos la destrucción de la Atlántida, el fin de Pompeya, la erupción de Karakatoa que en 1883 borró varias islas de su entorno.

Si hablamos de inundaciones basta con recurrir a la Biblia para encontrarnos con aquel diluvio que ahogó toda la tierra y obligó a Noé a andar buscando parejas de bichos para llenar la balsa. Digo yo, Noé hubiera podido tener consideración con nosotros e impedir la entrada a las parejas de moscas y mosquitos. Dicen que en pleno Diluvio, la mujer de Noé, le dijo: - Viejo, tenemos un pasajero menos, te hice de comer pollo.

Si vamos a hablar de desastres hay cuantiosos antecedentes como para no hacerles caso a los agoreros. Han ocurrido y van a seguir ocurriendo y nadie puede vaticinarlos, ni siquiera los científicos más expertos en estos asuntos. Pero no es el fin del mundo.

Lo ocurrido, más las predicciones que sacan partido de lo ocurrido, meten miedo, especialmente entre nosotros que vivimos en una zona sísmica. Pero es caldo de cultivo para el temor sin fundamento alguno. Así que a no darle bolilla a los pronosticadores de catástrofe y a tratar de ser felices que para eso estamos en este planeta que tiene sus días de mal carácter. Porque si hablamos de viento, el único huracán poderoso que hay en Mendoza, es Huracán Las Heras.

Y volvemos al inicio, el de la palabra, decimos: antes de los pájaros de mal agüero, prefiera los buenos augurios.

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