Adiós al avión que fue puente aéreo con Ushuaia

El miércoles aterrizó en Tierra del Fuego el último Fokker en actividad de la Fuerza Aérea, que ahora será pieza de museo. Es una nave que hizo historia en la Patagonia.

La despedida que un grupo de vecinos de la ciudad de Ushuaia brindó al último avión Fokker F-27 de la Fuerza Aérea Argentina en aterrizar en suelo fueguino, antes de convertirse en una pieza de museo, incluyó numerosas muestras de afecto y recuerdo de anécdotas de quienes convivieron con este emblema de la conectividad aérea patagónica.

La emoción de los lugareños humanizó la estructura metálica de la antigua aeronave como si detrás del metal inerte existiera un alma sacudida por el homenaje realizado en una de las plataformas del Aeropuerto Malvinas Argentinas de esta ciudad del Fin del Mundo.

La comunión entre máquina y gente tiene argumentos históricos y sociales: es el avión que durante 40 años conectó la isla con el continente, casi siempre a través de vuelos de Líneas Aéreas del Estado (LADE), y el que en cada viaje también transportó historias.

“Se me cae un lagrimón al verlo hoy, después de tantos años de travesías ininterrumpidas. La historia del F-27 es parte de mi historia. Ha significado mucho para el traslado de la gente del lugar, así como para la región y el país. Lo vamos a llevar en los recuerdos y en el corazón toda la vida”, confesó Norma Carbonell, quien durante 31 años se desempeñó como gerente de LADE en Ushuaia.

Carbonell recordó que en una oportunidad llegó a las oficinas una profesora de educación física pidiéndole viajar porque había fallecido un familiar en Córdoba y no alcanzaba a despedirlo.

“El avión ya estaba en la cabecera de la pista pero el comandante, con mucha humanidad, mantuvo los motores en marcha y accedió a esperarla. Ése es el espíritu con que se hicieron los vuelos durante tanto tiempo: prestando un servicio social”, explicó la ex gerente de LADE.

El F-27 llevó pacientes derivados por problemas de salud, medicamentos que salvaron vidas, diarios del continente y las películas que se proyectaban en la única sala de cine de la ciudad.

“Me acuerdo que llegábamos a Ushuaia, dejábamos a los pasajeros, sacábamos los asientos y nos íbamos a Río Grande a buscar la carga de mercadería que dejaba Aerolíneas Argentinas para el principal supermercado que funcionaba entonces. Después volvíamos a armar el avión para el vuelo de pasajeros del día siguiente”, recordó Angel Benítez, encargado de rampa de LADE y operario de la aerolínea estatal desde hace 43 años.

Su vida está signada por la aeronave a la que el último miércoles despidió “como si fuera un amigo del alma”. El hombre, oriundo de Corrientes, llegó a Ushuaia en 1973 a bordo del F-27 y al poco tiempo encontró trabajo en la compañía aérea. Desde entonces nunca cambió de empleo ni tampoco se separó del avión.

“Todas las vacaciones de mi vida las comencé en este Fokker. Parte de mí se va hoy de esta ciudad. Despedirlo me resulta una emoción enorme”, dijo el hombre alto y canoso, con la voz quebrada y la vista anclada en el fuselaje.

Benítez tiene mil aventuras compartidas con la máquina que, en su viaje final por 19 ciudades patagónicas, fue recibida en Ushuaia por una banda de música y el agua cruzada arrojada desde dos autobombas.

“En 1993, en Río Gallegos, aterrizamos sin la rueda de nariz. Otra vez, acá en Ushuaia, bajamos con 40 pasajeros y un solo motor”, rememoró el operario mientras extendía sus brazos como las alas de la máquina.

El piloto aeronáutico Carlos Pérez, de vasta trayectoria en Tierra del Fuego, calificó al F-27 como “rápido y potente”, y elogió sus “alas altas y ruedas grandes y de baja presión, que le permiten aterrizar en pistas no preparadas”.

“Antes que nada es un avión muy versátil que, por sus prestaciones y por el tipo de operaciones que realizaba, no será fácil de remplazar”, comentó Pérez.

El piloto recordó que como Ushuaia no tuvo pista asfaltada hasta mediados de los años ‘70, el F-27 aterrizaba sobre ripio y en una extensión de 1.000 metros. “La gente lo tiene presente porque iba donde otros no llegaban. Unía ciudades pequeñas de toda la Patagonia.

Durante décadas fue el puente aéreo para llegar a Ushuaia desde Río Gallegos. El ruido finito y vibrante de sus turbinas formó parte del paisaje y sonido fueguino durante mucho tiempo. El F-27 va a estar siempre en la memoria colectiva”, concluyó Pérez.

Por su parte, Carbonell reconoció la “destreza” de los pilotos que lo guiaban en sus viajes, en medio de un clima cambiante y generalmente hostil. “A veces hacían largos sobrevuelos hasta encontrar el claro y lograban aterrizar en medio de una tormenta de nieve. No sólo aquí.

También en los vuelos programados desde Comodoro Rivadavia hasta las Islas Malvinas, antes de la guerra y durante el conflicto bélico”, relató.

La ex gerente de LADE consideró que el poblador patagónico “respeta y quiere” tanto a la línea aérea como a esta aeronave porque “sabe lo que ambos han hecho para mejorarles la vida en sitios tan distantes e incomunicados”.

“Despedir a este avión tan austero y tan querido produce una gran emoción y también un dejo de tristeza”, confesó la mujer mientras los tripulantes del último vuelo del F-27 no paraban de sacarle fotos.

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