¡Stop a la ansiedad!

Creemos que la ‘ansiedad’ es algo malo; pero: ¿lo es? ¿Cómo detectarla?, ¿cuándo preocuparnos?, ¿cómo nos afecta?, ¿qué hacer antes de consultar al médico? Aquí, las respuestas.

Mucho se habla pero poco se sabe. ¡Vamos a descubrirlo! La ansiedad es una emoción, ni más ni menos. Lo curioso es que todos experimentamos diferentes emociones ante una situación determinada. Esto hace que la ansiedad sea una emoción “adaptativa”. O sea: nos prepara para enfrentar diferentes escenarios, especialmente aquellos que se presentan como negativos. Ahora, la ansiedad no sólo es adaptativa sino que se dice que es “buena”, ya que nos ayuda a fluir en diferentes momentos. El problema surge cuando se transforma en algo recurrente o, mejor dicho, “patológico”. “El problema de la ansiedad se da cuando hay una disrupción en la vida diaria de la persona”, analiza la psicóloga Sara Laguna Bonilla.

¿Cuándo debemos prestar atención? Pues cuando esa emoción se presenta de manera intensa y en forma recurrente. Esta situación hace que, en vez de adaptarnos, nos paralice, “generando la sensación de bloqueo en la persona, lo que desencadena problemas en la salud física, emocional y, obviamente, mental”, aclara la enfermera Laura Martínez.

Pero, ¿cómo saber si nuestra ansiedad se vuelve patológica? Esto nos hace acercarnos a los tres sistemas de respuesta que caracterizan a esta emoción: el cognitivo, el fisiológico y el motor.

En el primero de los casos hablamos de “los pensamientos: una persona que rumia mucho, que está constantemente pensando en algo que hizo o que le pasó. Pero, no cualquier caso, sino aquella persona que se queda pensando en eso constantemente”, dice Laguna Bonilla.

Luego, tenemos el sistema de respuesta fisiológico, lo que dice el cuerpo: taquicardia, sudoración, temblores, todo lo que tiene que ver con la activación corporal. Mientras, el sistema motor se caracteriza por conductas que hacemos para aliviar esa ansiedad: fumar, comer en exceso, entre otras. “Cuando este sistema es el que más se activa es cuando se dan conductas compulsivas y de manera alarmante”, añade la psicóloga.

Para despejar dudas, la ansiedad tiene la característica de la amenaza: los “y si”. “Los famosos “y si” (¿Y si no apruebo? ¿Y si no me sale?), nos anticipamos a la posible amenaza”, dice Sara. Es cuando sólo vemos las consecuencias negativas de una situación determinada, las anticipamos; lo que hace que no podamos, o nos cueste, reinterpretar el problema en cuestión. Lo que aporta la psicóloga es que todos tenemos esta emoción adaptativa. Lo que debemos hacer es identificar con qué intensidad se presenta y cómo influye en nuestra vida.

Cabe destacar que si esto no se reconoce y “trabaja” a nivel emocional (la ayuda profesional es importante), pueden aparecer trastornos de ansiedad y, dentro de ellos, las fobias. “Las fobias son ansiedades, sólo que están dirigidas a un estímulo tanto externo como interno”, aporta Laguna Bonilla.

Cómo decir "basta" a  la ansiedad excesiva

Se dirá que esta situación hay que enfrentarla con medicación (no hay que automedicarse), pero es aconsejable animarse a tratamientos más sanos y que lleven a un reconocimiento real de la situación para enfrentarla de manera holística.

La ansiedad se detecta fácilmente cuando el paciente está -todo el tiempo- enfocado en el problema, “no piensa ni habla de otra cosa. Esta situación genera cansancio físico y mental, porque se malgasta el recurso vital del ser humano”, agrega Martínez.

Si bien no es tarea sencilla -para eso está la contención profesional-, una primera línea de acción es “descansar la mente, desviar el foco de atención para alejarlo del problema en cuestión”. Para ello se puede tener algún “cable a tierra que permita generar el cambio de pensamiento, tomarlo como una receta ante la situación que genera ansiedad”, añade Martínez. Esto puede traducirse en una actividad física, descansar lo necesario, decir lo que se siente, no callar las emociones.

Si nos encontramos en este remolino emocional, “debemos bajar la activación física, la activación que tenemos a nivel fisiológico”, comparte la psicóloga. Es decir: cuando estamos en una situación en la que nos ponemos muy nerviosos, ese nerviosismo es lo que tendríamos que bajar a través de técnicas de relajación, respiración abdominal conjunta con otro tipo de técnicas (meditación, por ejemplo).

Este trabajo con la respiración nos tranquiliza física y mentalmente: se trata de respiraciones pausadas, de manera consciente y llenando       -profundamente- la caja torácica. El aire purifica el organismo y ayuda a recuperar la energía perdida.

Por otro lado, es importante entender que el problema no es el fin de todo, sino simplemente una invitación a generar un cambio en nuestra vida. Incluso “se lo puede tomar como un desafío”, plantea Martínez. Este simple cambio permite ver la situación que genera ansiedad con otro enfoque, por lo tanto, la ansiedad baja.

Recordemos que esta emoción es simplemente un mecanismo que desplegamos ante situaciones que consideramos amenazantes. Es importante aprender a enfrentarla para salir fortalecidos y transformar ese trance en algo positivo.

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