¿Qué es la República?

En la edición de Los Andes del 03-04-17 aparece una imagen de la marcha del sábado 1 de abril en la que uno de los manifestantes porta un cartel improvisado con una única palabra: "República". La imagen es sumamente expresiva en su simplicidad, pero inmediatamente se plantean a su respecto algunas dudas: ¿Realmente los participantes de esa marcha y los que simpatizan con ellos tienen conciencia precisa del significado de la palabra "república"? ¿No ocurre a veces que quienes hablan de "república" tienen de ella un concepto vago o ambiguo, más o menos confundible con la ideología liberal, la mera división de los poderes, la democracia, o algún otro concepto semejante?

Para responder a estas dudas y de paso realizar algunas precisiones siempre convenientes a los efectos de esclarecer los debates políticos, se recurrirá a un reciente libro de Andrés Rosler, profesor en la Universidad de Buenos Aires, en el que se estudian con rigor y detenimiento los principales caracteres de la idea republicana (Razones públicas. Seis conceptos básicos sobre la república, Buenos Aires, Katz, 2016).

En cuanto a esta idea de república, Rosler sostiene en su libro que la primera de sus notas es su centralidad en la libertad, es decir, en la búsqueda denodada de una sociedad libre. Pero la libertad republicana no es la mera libertad negativa del liberalismo, que reduce ese concepto a la ausencia de obstáculos a la autonomía de los individuos, ni tampoco la libertad positiva de Hegel, que consiste en la simple obediencia a las instituciones estatales.

La libertad republicana, sostiene Rosler, se encuentra en una situación intermedia entre las libertades positiva y negativa, ya que, del mismo modo que la negativa, rechaza la interferencia con el libre albedrío o capacidad de elección, aunque siempre que se trate de una interferencia arbitraria o abusiva.

El segundo de los caracteres del republicanismo que enumera Rosler es el referido a la virtud pública del ciudadano de las comunidades políticas. La virtud es necesaria en la república en razón de que la ley -que es otro de los elementos de la vida republicana- no puede prever todos los detalles de la convivencia y se hace necesario recurrir a la recta razón de los ciudadanos.

Por otra parte, también es necesaria la virtud -el hábito operativo ordenado al bien humano- para que los ciudadanos cumplan de hecho con las leyes, aun cuando este cumplimiento no responda a sus intereses más inmediatos y meramente individuales. Vinculada con esta necesidad de la virtud está la exigencia de la prudencia política, es decir, la buena disposición de la inteligencia práctica para encontrar las mejores soluciones para los urgentes problemas de la práctica política. Por eso decía Aristóteles: "Que nos enseñe el sabio, pero que nos gobierne el prudente".

Vinculada con la prudencia está la tercera de las notas estudiadas por Rosler: el valor otorgado al debate de ideas en la política. En efecto, para el republicanismo el debate político no se debe a la perversidad, conspiración o asechanzas diabólicas de los enemigos, tal como lo piensa el populismo, sino que se trata de un elemento natural y normal del discurso cívico.

Elemento que, además, contribuye a mejorar las soluciones de los problemas públicos, ya que, al tener en cuenta las opiniones ponderadas de un gran número de ciudadanos, se enriquece la deliberación que necesariamente precede a toda decisión política prudencial.

Por supuesto que esto supone la participación ciudadana en la vida política, ya sea a través de su participación en elecciones o en su aportación a los debates y polémicas propias de la vida política republicana. Por eso el protagonista central de la política republicana es el ciudadano racional y no el militante fanático que prefiere el populismo.

La cuarta nota de la idea republicana es la que se denomina habitualmente "gobierno del derecho" (o "estado de derecho"), el decir, la supremacía de la ley en la dirección y ordenación de las actividades de los ciudadanos. En especial, esta nota pone de relieve una particular relación entre ley y libertad; en efecto, para los liberales, existe una clara oposición entre ley y libertad, según la cual toda ley restringe necesariamente nuestra autonomía y constituye por lo menos un mal necesario.

Por el contrario, para los republicanos, "una adecuada comprensión de la libertad -escribe Rosler- muestra que la libertad y la ley son dos caras de la misma moneda [… ]; el republicanismo entiende la libertad como un status jurídico de las personas, lo cual implica que cierta clase de interferencia legal es constitutiva de la libertad".

El quinto concepto básico del republicanismo -al menos en su versión clásica- es el de "patria" y el de su correlativo "patriotismo", que no debe ser confundido con el chauvinismo, para el cual el particularismo no es principalmente político sino eminentemente cultural (racial, lingüístico, histórico o espacial). Por el contrario, para el republicanismo el patriotismo es radicalmente político y consiste en la particularidad o especificidad de un proyecto político diferenciado en la comunidad de las naciones.

Finalmente, el sexto concepto básico de la república radica, según Rosler, en la negación del cesarismo, que es la palabra clásica para designar lo que hoy se denomina simplemente populismo. "El cesarismo, afirma Rosler, [es] el enemigo natural e interno del republicanismo, ya que se trata de un verdadero epítome negativo en donde convergen todos los rasgos antirrepublicanos: la dominación, la corrupción, la unanimidad [o hegemonía], el gobierno arbitrario y la sinécdoque de confundir un partido con la totalidad de la comunidad política". Es claro que se trata de una descripción precisa del modelo populista de dominación.

A estas notas propias de la república en el pensamiento clásico, habría que agregar un elemento que es propio de su noción moderna (Locke, Montesquieu, Kant): la división institucional de los tres órganos del poder del Estado.

Esta última característica, si bien no aparecía explícitamente en el elenco clásico, integra hoy en día el concepto de república en el sentido de un artificio formal que garantiza y asegura la realización de los restantes elementos de contenido. Y de hecho, esta idea ya se encontraba incoativamente en el pensamiento político clásico, en especial cuando éste se refería a la forma mixta de gobierno como conjunción armónica de monarquía, aristocracia y democracia.

En definitiva, la idea republicana es la que en nuestros días disputa y compite con el populismo por las voluntades de los hombres de este nuevo siglo.

Nacida hace más de veinte centurias en Roma y teorizada originariamente por Cicerón, Salustio, Tácito y Tito Livio, ha servido como modelo o paradigma para todas las empresas políticas que intentaron superar el despotismo con la libertad; la arbitrariedad del caudillo con la racionalidad de la ley, y la corrupción política con la virtud y el patriotismo.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Los Andes.

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