“Beto” Ortiz, la magia del bandoneón en General Alvear

Músico de alma, jugador de fútbol y ex empleado bancario, se sintió orgulloso de que lo invitaran a tocar en vivo en una de las celebraciones más importantes del departamento.

Fue empleado bancario, jugador de fútbol y hasta montó un exitoso restaurante, pero se destaca cuando se sienta con el bandoneón a cuestas y despliega su talento musical.

El Himno Nacional Argentino, con su fuerza y emoción, fue la música que cerró la vendimia alvearense hace un par de semanas; sin embargo, la melodía de la canción patria no era la de la clásica pista grabada.

Una banda en vivo montada sobre un escenario imponente en las alturas fue la encargada de esparcir las notas por el aire. Uno de los sonidos particulares de esta versión moderna era la de un bandoneón, rabioso y tanguero, que seguía la partitura e improvisaba arreglos sobre la marcha.

Las manos que apretaban las teclas eran las de Alberto Ortiz, un reconocido músico alvearense con una larga trayectoria. En el piano estaba Emmanuel Martínez quien fue el director musical de la fiesta, se destacaron las voces de Néstor Castro y Paola Martínez, además hubo espacio para el violín, la percusión y la guitarra.

“Me comentaron que querían un grupo en vivo en la Vendimia y tuvieron la amabilidad de llamarme. Hicimos una fusión musical un poco ‘apiazzollada’. Toqué con la banda La Curandera en la previa y luego con el grupo principal una chacarera santiagueña y el himno”, cuenta Alberto que de tocar en vivo sabe algo.

Comenzó a estudiar música a los 6 años y a los 13 ya formó su primer grupo, en pleno auge de lo toques en vivo, ya sea en casamientos, cumpleaños o festivales. Gracias a la música recorrió el país.

“La verdad es que lo vi  muy distinto a lo que se venía haciendo por lo menos en el plano musical, que es de lo que puedo hablar”, opina Alberto Ortiz con la autoridad que le dan los años de músico. American Jazz, Cerbatana, Al sur tango son algunos de los conjuntos en los que demostró durante años su destreza con el bandoneón.

Si bien los jóvenes fueron mayoría sobre el escenario, Alberto dio cuenta que la música no tiene edad. “Los chicos me dieron carta blanca para que hiciera algunos arreglos a mi gusto. En el último tiempo también toqué con ‘Do Acorde’ donde está mi nieto, hice improvisaciones y arreglos. Es algo que fluye en el momento”, afirma contundente mientras en su rodilla el bandoneón comienza a fluctuar haciendo sonar la cumparsita.

De repente en el aire aparece Aníbal Troilo, “y al estrujar tu fuelle dormilón se arrima al corazón que sufre más”, reza el tango “Che bandoneón”.

Dejando en claro porqué ese invento alemán caló hondo en los arrabales rioplatenses cargados de nostalgia. Como la fascinación de Alberto Ortiz que antes de tener uno ya lo fabricaba con cartón y jugaba a tocarlo.

Alguna semilla tanguera hay todavía en la gente que cuando irrumpe ese ritmo y esa melodía inconfundible aún se estremece y aplaude de pie. Como le pasó a Alberto Ortiz en la Escuela de Agricultura cuando un gran número de adolescentes, “escucharon atentamente, aplaudieron y hasta se animaron a pedir otra” relata el hombre al que cuesta creerle que fue empleado bancario y administrador de un restaurante, mientras le roba melodías al bandoneón y confiesa que seguirá entre sus manos hasta el último de los días.

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