‘Anafrodisia’: ¿la enemiga del deseo?

Este trastorno afecta a algunas mujeres generando no solo la pérdida del deseo, sino una evasión a todo contacto físico. ¿Cuáles son las causas? ¿Qué diferencia hay entre esta disfunción y un desgano momentáneo? ¿Cómo combatirla? Aquí las respuestas de lo

Durante muchos años la sexualidad ha sido tema tabú: “de eso no se habla”, “qué vergüenza”, “de mi intimidad no digo nada”, entre otras expresiones. Hay personas que escogen qué “parte” de su intimidad dar a conocer, otras la mantienen en lo más profundo de sus secretos.

Lo cierto es que existe un trastorno que afecta el deseo sexual y se da especialmente en la mujer: la ‘anafrodisia’ (también llamada frigidez o anorexia sexual).  Este es un desorden propio del mundo femenino que consiste en la falta crónica de interés en el sexo y en el acto sexual propiamente dicho.

Situación ésta que puede desembocar en grandes angustias y, por ende, resquemores en las relaciones humanas y, obviamente, sexuales.

La anafrodisia se relaciona con la  dispareunia (malestar e interrupción en la intimidad) y el deseo sexual. Según los profesionales, es común que la libido de la mujer cambie a lo largo de su vida y esto no sería un trastorno: “no va a ser el mismo deseo sexual de cuando es joven a cuando es madre, por ejemplo, ya que no es que pierda el interés, sino que su mente se enfoca en otra cosa”, comparte la psicóloga Laura Giménez.

Sin embargo, cuando esta falta de ganas se convierte en crónica si se presentan problemas y malos momentos: “tan así que al mantener relaciones sexuales, la mujer puede sentir dolor, por lo tanto no se disfruta del acto sexual”, añade Sara Laguna Bonilla, psicóloga cognitiva-conductual.

El deseo sexual de la mujer pasa por muchos “estadios”, puede tener elevada su libido como puede bajar abruptamente, “esto se debe a que el estrés emocional, así como los cambios hormonales, repercuten en ese aspecto de la sexualidad femenina”, dice Giménez.

El llamado de alerta de este trastorno es cuando a la falta de deseo sexual se le suma la angustia. “Esta disfunción sexual es más común de lo que se cree”, comenta Giménez.

Afecta a muchas mujeres (1 de cada 10) y puede presentarse a cualquier edad, lo que hace pensar que todas -o la gran mayoría- de las mujeres han atravesado en algún momento por esta disfunción sexual, aunque, “existen algunas que lo sufren de manera crónica”, añade la especialista.

Esta situación angustiante, tanto para la mujer que lo sufre como para su pareja, tiene su desencadenante en diversas causas (psicológicas o emocionales); pero, a pesar de ellas, puede tratarse adecuadamente para no solo dar con las razones, sino mejorar la vida sexual de la paciente.

Algunos de los caminos para paliar dicho trastorno tienen que ver con “las técnicas de terapia sexual, así como la posibilidad de la persona que lo sufre de afrontar la ansiedad que genera la falta de deseo -dice Laguna Bonilla, y continúa-. Porque, muchas veces, lo que pasa con estas personas es que anticipan el malestar, la dolencia o la imposibilidad de mantener el acto sexual”.

Lo interesante a resaltar de esta mirada es que, cuando anticipamos algo, esto termina por materializarse en nuestra realidad. Por lo tanto, “lo que se debe hacer es trabajar sobre esos pensamientos anticipatorios de dolor y centrarse en lo que estás haciendo”, agrega Laguna Bonilla.

Lo que aconseja la profesional es hacer hincapié en la denominada “atención plena”, que no es otra cosa que “estar consciente en el presente, en lo que se está haciendo: estar atenta a las sensaciones físicas para no darle lugar a la mente a que se aleje del instante que se vive y derive en esos pensamientos relacionados con el dolor y la incomodidad”, concluye la psicóloga.

Tengamos en cuenta que la anafrodisia puede estar asociada a fuertes factores emocionales y psicológicos que afectan directamente a la mujer generando ansiedad, depresión, estrés y baja autoestima.

Puede darse luego de actos sexuales en los que se tuvo la vivencia de abuso. También por problemas nunca resueltos (o mal resueltos) en la pareja, que provocan esta disminución significativa en el deseo de mantener relaciones.

¿Cómo nos damos cuenta de la presencia de este trastorno? “Porque se pierde el interés por el sexo y esta situación genera una fuerte angustia”, dice Giménez. Y, como cada mujer experimenta su sexualidad de maneras diferentes, “hay que cuidar de no caer en este diagnóstico por el simple hecho de no mantener relaciones. Cada caso merece un acompañamiento profesional”, agrega.

Si esta situación se mantiene de manera crónica, “se termina por evitar todo tipo de contacto sexual. Son trastornos que cursan con dolor durante el acto sexual y, en su mayoría, vienen dados por la falta de deseo ante una vivencia de la ansiedad”, afirma Laguna Bonilla.

Y si bien los especialistas pueden realizar su gran aporte ante este trastorno, lo cierto es que es importante reforzar la autoestima de la mujer, así como ayudar a la pareja a sentir confianza y expresar sin miedos las preocupaciones y necesidades que se tienen en el momento del encuentro amoroso, para poder responder a ellas de manera consiente y “en pareja”.

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