La emotiva historia de Aymará y Ulises: un camino hacia el parto respetado en Mendoza

Mamá adolescente, primeriza y sin cobertura médica, dio a luz a su bebé en un hospital público donde se contempló el acompañamiento de su pareja. Hoy la joven es contenida en el Lagomaggiore, en una residencia destinada a mamás mientras sus hijos se recuperan en Neo.

Aymará dio a luz a su bebé en un hospital público donde se contempló el acompañamiento de su pareja. | Foto: gentileza
Aymará dio a luz a su bebé en un hospital público donde se contempló el acompañamiento de su pareja. | Foto: gentileza

A pesar de que la noticia del embarazo, a sus 18 años, resultó impactante, Aymará Cruzzatti, que vive en Tunuyán, se convirtió “en un abrir y cerrar de ojos” -porque el tiempo pasó volando, según señala- en la flamante mamá de Ulises, un bebé hermoso y regordete de casi 3,5 kilogramos que llegó al mundo en el hospital regional Antonio Scaravelli de esa localidad del Valle de Uco. Esta es la Semana del Parto Respetado.

Aymará no lo sabía, aunque se enteró poco después: Ulises, que nació en la madrugada del jueves 9, llegó pocas horas antes de conmemorarse la Semana Mundial del Parto Respetado, que se inició ayer lunes 13 y se prolongará hasta este domingo 19.

Se trata de una iniciativa importante y fundamental, ya que promueve el respeto hacia las mujeres durante el proceso de parto y garantiza que reciban el apoyo y la atención que merecen. En síntesis, el parto respetado es un parto que respeta los tiempos de las futuras mamás; que no sean sometidas a discriminación de ninguna naturaleza y que cuide y proteja su intimidad, así como también la elección de la persona que acompañará a esa mujer durante el nacimiento y luego también en el posparto.

Ulises pesó casi 3,5 kilogramos cuando llegó al mundo en el hospital Scaravelli. | Foto: gentileza
Ulises pesó casi 3,5 kilogramos cuando llegó al mundo en el hospital Scaravelli. | Foto: gentileza

En nuestro país existe una ley que protege a las futuras mamás cuando van a dar a luz. Dicha ley contempla, entre otros puntos, el respeto por los tiempos biológicos, a tener compañía en el parto y a estar junto al bebe desde el momento del nacimiento si es que no existen complicaciones. Establece, además, que el acompañante puede no ser familiar; que puede estar en la habitación luego del alumbramiento y también contempla el derecho de permanecer sola si la mamá así lo desea.

Lo cierto es que Aymará y Alejandro, su novio, decidieron acudir al Scaravelli para recibir a su hijo porque no poseen cobertura médica. No obstante, en esa maternidad pública de Tunuyán, tal como lo indica la tendencia mundial, pudieron permanecer juntos en la sala de partos en el momento más trascendente, cuando asomó la cabecita de Ulises, exactamente a las 9.45 del jueves pasado.

Tampoco se despegaron durante las largas horas que transcurrieron desde que la adolescente comenzó con los dolores previos al parto, a la 1 de la madrugada y decidieron acudir de inmediato al centro médico.

Mamá primeriza y adolescente, Aymará contó, en diálogo con Los Andes, que por primera vez esa noche sintió miedo a lo desconocido.

“Por varios motivos, pero fundamentalmente por la salud y el bienestar del bebé. Todas las ecografías habían salido bien; sabíamos, incluso, que era un varón, pero es distinto estar ahí cuando llega el momento y comienzan los dolores y las contracciones. Al ser primeriza nunca había pasado por algo así”, explica.

Lo cierto es que, si bien el bebé nació por parto natural luego de una serie de pujos muy dolorosos, una complicación de último momento hizo que fuera derivado al Hospital Lagomaggiore de la ciudad de Mendoza.

“El nacimiento no fue fácil. No salía y el proceso duró un largo rato. A las 4 rompí la bolsa y nació poco antes de las 10. Tres personas, entre ellas enfermeras y una doctora, se apoyaron con fuerza en mi vientre para presionar y que el bebé lograra bajar. Finalmente nació y después me informaron que había sufrido falta de oxígeno, por eso enseguida fue trasladado”, recuerda la mamá.

Ahora instalada en el Lagomaggiore, se encuentra en una residencia especialmente destinada a las mamás con bebés internados en Neonatología o en Terapia Intermedia hasta tanto se recuperen y puedan ser dados de alta.

Aymará sigue preocupada. “Hasta que no me lo lleve a casa no voy a estar tranquila, pero en esta residencia estamos muy bien atendidas, podemos ir a ver a nuestros hijos siempre y alimentarlos, acompañarlos. También nos brindan la comida”, dijo.

La función de esa residencia también tiene un abordaje relacionado con el denominado parto respetado o humanizado, ya que las mamás suelen recibir un abordaje integral mientras dura su estadía. Así, suelen realizar tareas de laborterapia como talleres de costura, pintura y también charlas y formación en temas relacionados con educación para la salud, como puericultura y salud sexual y reproductiva.

“Me hablaron y acompañaron”

La joven mamá del barrio Venezuela de Tunuyán asegura que, más allá de los imponderables relacionados con el nacimiento, siente que fue tratada adecuadamente desde todo punto vista.

“No solo dejaron al papá que estuviera conmigo sino que los profesionales me hablaron y escucharon durante todo ese día. Confiaba cuando se acercaban y entre todos `metían mano’ porque, realmente, nunca había pasado por esto”, reflexiona.

“Por supuesto que si bien no es lo ideal que un hijo quede internado, insisto con que siempre fuimos respetados. Estamos agradecidos”, indica Aymará, para agregar que en el sector de lactancia se somete a cada rato a una máquina extractora de leche.

“Por ahora no puedo darle el pecho y eso me preocupa, pero se está alimentando, de todas maneras, con mi leche a través de mamadera”, cuenta.

Joven y aún inexperta, el instinto materno aflora más allá de la edad de cada mamá. Y Aymará no es la excepción: asegura que aún se siente algo nerviosa y que nunca imaginó tener que atravesar esta situación.

“Estoy acompañada y contenida y, lo más importante, es que lo veo grande, hermoso. Lo puedo visitar siempre que quiera y eso me tranquiliza”, reflexiona.

Y concluye: “Me siento ansiosa por tenerlo en casa y darle la teta. Fue una experiencia distinta a la que soñé, aunque estoy confiada en que pronto nos dirán que podemos ir a casa. Y entonces sí pienso disfrutarlo como siempre quise hacerlo”.

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