Borges, Milei y el individualismo de los argentinos

Milei debería entender que en el mejor de los casos él es un producto actual de “nuestro pobre individualismo”, como decía Borges, por lo que debería ocuparse más de superar los defectos de los que adolece en vez de apoyarse en las virtudes de las que carece.

Jorge Luis Borges y Javier Milei
Jorge Luis Borges y Javier Milei

“El más urgente de los problemas de nuestra época.... es la gradual intromisión del Estado en los actos del individuo; en la lucha con ese mal... el individualismo argentino, acaso inútil o perjudicial hasta ahora, encontrará justificación y deberes. Sin esperanza y con nostalgia, pienso en la abstracta posibilidad de un partido que tuviera alguna afinidad con los argentinos; un partido que nos prometiera (digamos) un severo mínimo de gobierno”. Párrafos de“Nuestro pobre individualismo”, Jorge Luis Borges, 1946

“Noches pasadas soñé con un señor... (que) tenía melena y una cara que era casi la de un león. Un semicírculo de personas que tenían un poco cara de leones, aunque menos que él, lo rodeaban.... Algunos, yo me di cuenta, casi no tenían cara de leones. Simplemente buscaban ese puesto y se habían caracterizado.... Yo le podría contar muchos otros sueños.... He elegido éste porque precisamente, en sí mismo no es terrorífico, es disparatado. Imagínese el desatino de una persona que tiene cara de león y busca un acompañante parecido a él”. De una entrevista a Jorge Luis Borges por María Ester Gilio en la revista Crisis de mayo de 1974

“¡Hola a todos, yo soy el león!...Y no vine a guiar corderos sino a despertar leones”. Javier Milei

“La elección de Milei es una casualidad histórica, y aún no está claro si ha sido una suerte o una desgracia”. Guy Sorman en su reciente artículo: “Javier Milei, el liberalismo al revés”.

Estas cuatro citas seleccionadas podrían, si uno las correlaciona mentalmente, constituir un artículo en sí mismo sin necesidad de mayores agregados porque suena impresionante la cantidad de análisis, deducciones y conclusiones que se pueden sacar de las opiniones entremezcladas del gran escritor argentino, del ensayista francés y del presidente Milei. Todos liberales, pero con diferencias: Jorge Luis Borges se definía como un anarquista conservador, Javier Milei se considera un anarcolibertario y Guy Sorman es uno de los más importantes ensayistas liberales.

Son varios quienes en estos tiempos han escrito columnas convocando a Borges en busca de una interpretación del fenómeno Milei (incluido el mendocino Jaime Correas que para ello se ha servido de su profundo conocimiento de Borges). Pero no caben dudas que más que forzar relaciones, de lo que se trata es de sugerir metáforas para intentar comprender el complejo presente argentino.

Uno puede imaginar (sin certezas de ningún tipo) a partir de las declaraciones políticas que Borges hizo a lo largo de toda su vida (que quizá no posean el genio de su talento literario, pero sí suficiente ingenio e inteligencia para no separarlas del todo del resto de sus escritos) que si los tiempos históricos le hubieran permitido vivir nuestro presente, se sentiría plenamente interesado -y no exento de entusiasmo- por las promesas de un sorpresivo presidente que luego de décadas de estatismo promete un mínimo de gobierno, un máximo de individuo, y una profunda repulsa tanto al Estado como a la política y a los políticos, todas ideas defendidas por el escritor.

Claro que también es posible imaginar que el gran maestro argentino y universal, con su exquisita ironía, sentiría más disparatadas que aterradoras las formas de escasísimo poco gusto con que Milei suele expresarse en público.

No sería en eso muy diferente a tantos argentinos que simpatizan con el contenido de muchas de las políticas de Milei pero no les gusta el estilo del personaje.

Aunque, siendo Borges quien fue, al haber soñado con un león rodeado de otros que ponían cara de leones para conseguir un cargo, no sería del todo delirante suponer que Milei podría ser la encarnación de un sueño del escritor. Ese hombre que se cree la reencarnación de Moisés, de los profetas (y por allí hasta de quien echó a los mercaderes del templo), en realidad lo sería del sueño de un genio. Lo cual tampoco estaría mal para sus pretensiones metafísicas. Sin embargo, de estas intuiciones es poco y nada lo que podríamos agregar, más que hacerlas constar en la búsqueda de una interpretación de este país tan surrealista que nos ha tocado en suerte.

Pero más allá de sueños y pesadillas, en “Nuestro pobre individualismo” el sentido profético borgiano podría encontrar mayor sentido histórico que en las metáforas con leones, no tanto porque él haya anunciado en 1946 lo que iba a suceder en 2024, sino porque hoy sus opiniones de aquel entonces parecen inspiradoras para ayudar a comprender la actualidad.

En ese breve escrito, Borges critica con dureza lo que para él son dos grandes dramas de esos tiempos históricos. Uno mundial y otro argentino. A nivel mundial la emprende contra lo que considera el peor mal de su época: la intromisión creciente del Estado en los actos del individuo. Que él critica especialmente en el comunismo y el nazismo, y que a partir del año en que escribió ese ensayo (el mismo de la primera asunción presidencial de Perón) se convertiría en un antiperonista pleno. No obstante, a nivel nacional, su crítica no es tanto contra el estatismo, sino contra el individualismo de los argentinos. Al cual parece condenar sin piedad, aunque al final -no sabemos si contradictoria o dialécticamente- se desdice en parte.

Él piensa que los nacionalistas patrioteros que intentan buscar en su ideología estatista las mejores virtudes nacionales, en realidad no conocen a los argentinos, que no se identifican en nada con el Estado. El argentino es un individuo, no un ciudadano, afirma. Los anglosajones interpretan el mundo como un cosmos ordenado, mientras que el argentino lo ve como un caos anárquico, y se complace en ello. La amistad y el coraje están por encima de la ley y el orden. Admira a las primera y desprecia a las segundas. El sargento Cruz se pone en contra de la ley que él mismo representa y traiciona a sus soldados desertando para defender a una gaucho matrero. Llega Borges a decir, incluso, que otras literaturas no registran hechos análogos, exclusividad que parece bastante discutible. Pero más allá de eso, a diferencia del individualismo anglosajón que Borges admira, ve al individualismo argentino como una especie de hijo bobo afectado por la herencia hispánica y sus propios defectos. Por eso no deja de criticarlo. Sin embargo... el final del escrito es paradojal. Allí Borges dice que entre dos grandes vicios (el estatismo nacionalista que los intelectuales quieren inculcarle a los argentinos, y el individualismo inútil o perjudicial que nos caracteriza), a falta de virtudes explícitas, el vicio individualista puede ser un antídoto contra el vicio estatista. Nuestro pobre individualismo quizá algún lejano día nos salvará del mal mayor de la humanidad, el abuso estatal. Pero para eso se necesita un partido que tenga alguna afinidad con el modo de ser profundo de los argentinos. Lástima que cuando Borges pronunciaba esas palabras daba inicio el más largo período de creciente participación del Estado en todos los aspectos de la vida del país. Por eso quizá fueron olvidadas o dejadas de lado, mientras que ahora parecen coincidir en gran medida con las elecciones políticas de los argentinos. De allí la necesidad de pensar o volver a pensar o repensar esas lejanas palabras en el tiempo. Esas extrañas palabras según las cuales un vicio argentino puede ser el que cure a un vicio mundial, a falta de otra cosa mejor.

Es aquí cuando se hacen necesarias las palabras también citadas de Guy Sorman, en un artículo que sin lugar a dudas Javier Milei debería leer porque se trata del de un liberal que más que desearle éxito dice necesitar su éxito para que el liberalismo no se desprestigie nuevamente en la Argentina y retorne el estatismo con más fuerza aún. Sorman no ve demasiadas virtudes en Milei, cree que a la doctrina liberal sólo la conoce por haber hojeado sin profundidad algunos libros y que no se puede ser liberal sólo en lo económico si no se lo es también en todas las demás cosas. Que su estilo fundamentalista y su intolerancia al diálogo pueden hacer fracasar ideas que son buenas. Insistimos, a Milei le haría bien leer a Sorman, que no es su enemigo ni mucho menos.

Sin embargo, hay una frase de Sorman en su escrito, (la que citamos más arriba), en la que lo creemos profundamente equivocado, quizá por no conocer demasiado bien a los argentinos: él dice que la elección de Milei es una casualidad histórica. Que la razón principal de su arribo al poder es por defecto, por haber existido un estatismo ineficaz que al fin la sociedad rechazó, y no por sus ideas. Tal vez tenga razón el ensayista francés en que se votó más en contra de que a favor de, pero lo que no parece ser cierto es que Milei sea una casualidad histórica. A nosotros nos parece al revés: que es casi todo él un producto de la causalidad histórica, que ya desde el artículo de Borges de 1946 en adelante, a la vez que la Argentina fortalecía un nacionalismo popular estatista hasta llegar a la desmesura del kirchnerismo como última parada de esa tendencia política e ideológica, en las venas individualistas del argentino (que tan bien explica Borges) fueron creciendo otras expresiones contrarias a esas tendencias. El primero que lo vislumbró fue (otra vez la paradoja) el propio peronismo con el populismo liberal menemista, luego aparecería sin mucha pena pero con poca gloria el republicanismo liberal macrista y ahora estamos en presencia de la versión más extrema de todas las vistas hasta ahora, un político que viene de fuera de la política repitiendo muchas concepciones ideológicas que sostenía Borges como que el mal es el Estado, al cual le opone un anarquismo conservador. Pero que a la vez también es la expresión más cabal de “nuestro pobre individualismo” con sus excentricidades y extremismos de todo tipo. Un individuo más que un ciudadano, que habla mucho de economía pero poco de república porque culturalmente es más populista que republicano.

Para Sorman esa contradicción es el riesgo de que pueda fracasar y por eso hay que eliminarla, mientras que para Borges es una contradicción inevitable en la cual hay que tomar partido. Aunque nuestro individualismo sea más vicioso que virtuoso, se trata de tomarlo o dejarlo tal como es, porque difícilmente los argentinos podamos dejar de ser como seamos. Nunca defenderemos héroes individualistas apegados a las instituciones como los de la literatura de Kipling, sino héroes individualistas que se basan en la apología de la amistad y el coraje más allá de la ley y el orden, como Fierro y Cruz. Pero a la Argentina hay que salvarla con los argentinos tal cual son, no tal cual queremos ser u otros quieren que seamos.

No sabemos, no podemos saber quien tiene razón en este debate tan profundo, pero lo que sí podemos saber es que Milei no nació de un repollo, ni apareció por casualidad, sino que es otra síntesis histórica argentina producto de sus conflictos pasados, como del mismo modo lo fue Perón en 1945, o Alfonsín en 1983, aunque uno fuera nacionalista y estatista, otro republicano y socialdemócrata y el de ahora anarco liberal. La sociedad va evolucionando precisamente a partir de sus contradicciones y reclama lo que va necesitando, aunque más no sea por rechazo al fracaso anterior. La democracia, más que de líderes excepcionales, requiere del creciente autogobierno de los representados.

En lo que sí tiene mucha razón Sorman es que Milei a corto plazo y en soledad es muy poco o nada lo que podrá hacer por más que crea que le alcanzará con seguir insultando a todos los que no piensan como él o incluso a los que pensando parecido a él no piensan en todo igual que él. “Esperemos que los líderes políticos, económicos, sociales, religiosos y culturales de la Argentina salven al presidente Milei de sus propios excesos”, propone el franco liberal. O Milei es capaz de separar la paja del trigo en la clase dirigente argentina o no tendrá destino. Hasta ahora no lo quiso o supo hacer creyendo en su infalibilidad personal e histórica. Cuando en realidad debería comprender que, en el mejor de los casos, él es un producto actual de nuestro pobre individualismo, sumamente imperfecto, por lo que debería ocuparse más de superar los defectos de los que adolece en vez de apoyarse en las virtudes de las que carece. Como también deberíamos hacer, al menos introspectivamente, todos los argentinos después de tantos años de decadencia donde las culpas no pueden ser sino compartidas. Quizá nuestra iniciativa individual congénita podrá ayudarnos a salir del mal trance a donde nos condujo el populismo conservador estatista y corporativo del que venimos, pero por si solo ningún individuo podrá salvarnos.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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